Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

15 Abr, 2015

Rock of Ages

La historia de la canción Don’t stop believin’ de la banda californiana Journey amerita por sí misma el guión de una película. En su lanzamiento original apenas arañó el número 9 en la lista de canciones más populares de Billboard del 9 de julio de 1981. Sin embargo, ha vivido tres resurgimientos, dos de ellos gracias a la televisión: en 2007, cuando apareció en el último capítulo de la serie Los Soprano, de HBO, y dos años después, interpretada por el elenco de Glee. Pero su resonancia más memorable la debe a la obra musical Rock of Ages (La Era del Rock) de Chris D’Arienzo, estrenada en 2005 como tributo a los metaleros pop de los ochenta.

Don’t stop believin’ tiene otra anécdota oculta y menos glamorosa: es reproducida en formato de ocho bits en un extraño videojuego lanzado en 1982 por la desarrolladora  Data Age para la consola Atari 2600, en la que los integrantes de aquella legendaria banda deben alcanzar una especie de vehículo espacial en forma de escarabajo que aparece en la portada de su álbum Escape, para así ponerse a salvo de sus “admiradoras” (horrendamente dibujadas como corazoncitos con patas), promotores (representados con cabecitas flotantes), fotógrafos (en forma de flashes) y barricadas.

Sin conocer todo aquel contexto jugué aquel cartucho durante mi adolescencia y debo confesar que no me pareció tan malo. Ahora sé que se trató del primer videojuego que tuvo a un artista de rock como tema principal, y así está referenciado en el libro electrónico Music Games Rock (Lulu Enterprises, 2011), un muy completo recuento publicado por el CEO de la consultoría TechSavvy Global, Scott Steinberg.

De hecho, hubo un segundo título que trató de explotar la fama del conjunto encabezado por Steve Perry y editado  un año después por Bally Midway para máquina tragamonedas, que tampoco le hace gran favor a los músicos, pues su rola épica también suena deformada como parte de una batalla espacial protagonizada por monitos que tienen por cabeza las fotos recortadas y mal pegadas de los roqueros, en una época en la que lamentablemente aún no se inventaba el Photoshop.

A partir de ahí, otros artistas y géneros populares continuaron la simbiosis entre las culturas musical y gamer, de acuerdo con la lista de Steinberg: en 1984, Epyx lanzó para Commodore 64 un título inspirado en el break dance, un género de baile caracterizado por sus espectaculares movimientos acrobáticos; la banda Frankie Goes to Hollywood tuvo su propio título epónimo para computadoras personales en su natal Gran Bretaña, mientras que Michael Jackson estelarizó la adaptación de su cinta Moonwalker para Sega en 1990.

Otras estrellas que pueden presumir en su currículum haber protagonizado batallas épicas en un monitor son los integrantes de la banda pesada Motörhead, desarrollada en 1992 para la hoy desaparecida computadora Amiga y que era más bien una copia vil del juego de pelea Double Dragon (1987); tampoco fue tan original Snoop Dogg Boxing, de 2004, un clon de Punch Out! (1984) que tenía como protagonista a un célebre rapero en su rol de púgil, pero que tuvo al menos la virtud de ser un juego para teléfonos celulares con una calidad gráfica un poco mejor que la de las viboritas del Nokia.

La saga campeona de esta historia, como bien cuenta Steinberg, surgió hace casi 20 años cuando Alex Rigopolus y Eran Egozy, dos estudiantes del Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachussetts, fundaron la pequeña desarrolladora Harmonix con  una misión: crear una tecnología que facilitara a los no-músicos experimentar la sensación de generar canciones como las de sus ídolos… o al menos de interpretarlas. Los esfuerzos resultaron infructuosos hasta que se aliaron con RedOctane, una fabricante de accesorios para juegos musicales, y de aquel dúo surgió la nota correcta: crear un juego que transformara a personas comunes y corrientes en leyendas del rock and roll.

Así nació Guitar Hero, diseñado originalmente en 2005 para la PlayStation 2 que basó buena parte de su éxito en crear ediciones especiales con estrellas como Aerosmith, Metallica y Van Halen (por supuesto, Don’t stop believin’ fue parte de su repertorio). Su descomunal aunque breve éxito tuvo que enfrentar la competencia de la saga Rock Band, publicada a partir de 2007 por Harmonix —convertida en su rival tras ser adquirida por MTV— y que tuvo en su cartel nada menos que a The Beatles, AC/DC y Green Day. 

Aun cuando la franquicia había concluido en noviembre de 2011, Activision Blizzard anunció ayer su resurgimiento, esta vez con el título de Guitar Hero Live, un mes después de que Harmonix revelara el lanzamiento de la cuarta entrega de Rock Band. Como en el himno de Journey, ambos clásicos triunfarán mientras se aferren a la sensación de creer.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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