¿Por qué no habrá "Grexit" aunque gane el "no" en el referéndum?

En caso de ganar el Sí, en la consulta popular, perderá Tsipras: dimitirá y se estudiará si se constituye un gobierno de tecnócratas, o se crea un gobierno de coalición nacional o se convocan elecciones inmediatamente. En ese caso, el BCE posiblemente conceda reabrir el programa de inyección de liquidez para finiquitar el “feriado bancario”
Economía -
Alexis Tsipras arrojó sobre la mesa su carrera política; levantándose de la silla dijo que iba con todo. Foto: AP
Alexis Tsipras arrojó sobre la mesa su carrera política; levantándose de la silla dijo que iba con todo. Foto: AP

Pese a todas las amenazas que se lanzan entre Atenas y Bruselas, esto cada vez huele más a partida de póquer. Nadie se termina de creer que Grecia vaya a salir del euro: todo suena a farol. Ni la canciller alemana, Angela Merkel, ni el primer ministro griego, Alexis Tsipras, son ingenuos. Sólo juegan sus bazas… hasta la extenuación.

Muestran sus cartas

Los dos bandos han apostado alto y han llevado la situación a un extremo inimaginable. El último envite lo lanzó Tsipras el fin de semana pasado. De manera inesperada, arrojó sobre la mesa su carrera política. Levantándose de la silla dijo que iba con todo: cierre de bancos, impago, fin del rescate y referéndum. El costo del tamaño de sus redaños es bastante oneroso, pero ahí está su apuesta.

La mano que lleva Tsipras es que Grecia permanezca en el euro, se atenúe el castigo de la austeridad sobre el pueblo griego, se reestructure la deuda y que Europa le siga prestando.

La mano de Merkel es que Grecia permanezca en el euro bajo las condiciones establecidas por los acreedores y que Tsipras salga del gobierno. Pero nadie juega a que Grecia sea defenestrada de la moneda única: los dos saben que es una situación en la que todos pierden, y alguien tendría que volverse loco para que llegara a suceder.

Permanencia implícita

Tras su órdago, el primer ministro griego regresó a Atenas muy seguro y ufano. Imploró a los ciudadanos griegos que votaran por un “No” rotundo, que eso le daría un gran poder de negociación, y que votaran sin miedo, jactándose de que Europa, en ningún caso, se atrevería a echarlos de la erozona por los elevados costos que implica.

Inesperadamente, el ministro de finanzas alemán Wolfgang Schaeluble, arquetipo de la rigidez e inflexibilidad teutona, pareció dar la razón a Tsipras. El martes, en plena campaña de Bruselas por el “Sí”, dijo en una reunión con legisladores germanos que incluso con el resultado de un “No” en el referéndum del domingo, Grecia podía permanecer en el euro. ¿Por qué ese aparente paso atrás?

Fuerzas internas

El resultado del referéndum, desde luego, no está nada claro. Por el lado del “No”, hay un voto duro difícil de mover, que es el de Syriza, los comunistas de KKE y la extrema derecha de Aurora Dorada (junto con Krugman y Stiglitz). En las elecciones de enero, esas tres formaciones políticas obtuvieron en torno a 48% de los votos.

En el bando contrario, el del “Sí”, se ubican los conservadores de Nueva Democracia y de To Potami junto con los socialistas del Pasok. La votación que obtuvieron ellos en las últimas elecciones fue de casi 39 por ciento. Tsipras, pese a que ha perdido popularidad, todavía cuenta con un respaldo cercano a 50 por ciento.

En Bruselas apuestan que la visceralidad inicial con la que se recibió la propuesta de referéndum de Tsipras, la irá venciendo el miedo de los votantes ante la exasperación de los ciudadanos ante la imposibilidad de recuperar sus ahorros. Al fin y al cabo, es su fortuna de toda una vida lo que está en juego.

Referéndum

Algunas encuestas revelan la pérdida de auge del “No”. Un sondeo realizado entre el 28 y 30 de junio daba una victoria al “No” con un 54 por ciento de respuestas frente a 33 por ciento en favor del “Sí”. Sin embargo, el sesgo del voto, siempre favorable al “No”, se moderó tras conocerse la noticia del “feriado bancario”, tendencia que se puede haber acentuado conforme las penurias del “corralito” la resienten los griegos en sus bolsillos.

La última encuesta de GPO, citada por euro2day.gr, muestra que 47.1 por ciento votarían por el “Sí” y 43.2 por ciento por el “No”.

Además, 74 por ciento de los griegos se inclina por permanecer en el euro “sin importar los sacrificios”.

Pero sea el resultado que sea, ¿por qué en el referéndum del domingo no está en juego el “Grexit”? Porque esa no es la jugada. En caso de ganar el Sí, perderá Tsipras: dimitirá y se estudiará si se constituye un gobierno de tecnócratas, o se forma un gobierno de coalición nacional o se convocan elecciones inmediatamente.

En ese caso, el Banco Central Europeo (BCE) posiblemente conceda, para suavizar la transición, reabrir el programa de inyección de liquidez para finiquitar el “feriado bancario”. Grecia estará de nuevo a la merced de Bruselas, y la canciller alemana, Angela Merkel, contemplará el escenario deseado: un país que permanecerá en el euro, sin Tsipras y plegado a sus dictados.

Ahora bien, en caso de que ganara el “No”, tampoco habrá un “Grexit”. Y no lo habrá porque un “Grexit” rebasa las implicaciones meramente económicas y financieras, que no son nada desdeñables, y alcanza consideraciones geopolíticas aún más serias. No habrá un “Grexit” porque ni Estados Unidos ni la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lo tolerarían. Eso lo sabe Tsipras y por eso apostó tan fuerte.

As bajo la manga

La principal arma de negociación de Tsipras, su “caballo de Troya”, ha sido el presidente ruso Vladimir Putin: de Bruselas volaba a Moscú y de Moscú a Bruselas. Por eso en abril, en medio de las tensiones de las negociaciones del rescate, en uno de sus desplantes que tanto irritan a Bruselas, se enfrentó a sus socios al censurar las sanciones europeas a Rusia por el conflicto de Ucrania y selló con él un pacto de colaboración económica para 2015 y 2016. Y por eso el 19 de junio, conforme subían de tono los encontronazos con Merkel y compañía, logró una alianza con Putin para prolongar el gasoducto “Corriente Turca” a través del Mar Negro en territorio griego como alternativa a la “Corriente Sur”, que entraría por Bulgaria, y que fue cancelado por Europa como rechazo a Gazprom.

El coqueteo de Grecia con Rusia pone nervioso a la OTAN, más ahora que Rusia cambió las reglas del juego con la anexión de Crimea el año pasado ante la mirada perpleja de Europa y Estados Unidos.

Sin consenso geopolítico

Por su parte, China, cada vez más cercana a Rusia, no interpretó la anexión como una amenaza al orden mundial y Turquía, junto con Brasil e India, también se negó a unirse a la Unión Europea y Estados Unidos en su política de sanciones.

Moscú anhela el acceso naval al Mediterráneo desde el puerto de Sebastopol, en Crimea, a través del estrecho del Bósforo y de los Dardanelos en Turquía, y el mar Egeo en Grecia.

Una salida de Grecia del euro abre más las puertas a esa pretensión que tanto interesa a Putin en medio del conflicto sirio y de una mayor presencia de tropas estadunidenses en la región. A su vez, dejar caer a Grecia tendría el potencial riesgo de convertirse en una frontera porosa a los yihadistas del Estado Islámico con el polvorín de Oriente Medio de trasfondo.

Disyuntiva

Por tanto, aun ganando el “No”, Grecia posiblemente no saldría del euro porque desestabiliza y desprotege la frontera este de Europa.

Tsipras, eso sí, tampoco lo tendría fácil. Quizás haya ganado algo de poder de negociación, como él plantea a los ciudadanos. Pero, ¿logrará destrabar las negociaciones?

Y el BCE, ¿abrirá de nuevo el grifo o seguirá ahorcando a los bancos griegos prolongando el feriado bancario? ¿Cuánto tiempo resistiría Tsipras con los bancos cerrados y sin liquidez?

No lo sabemos, pero Tsipras, vástago de Homero, ha demostrado ser más fecundo en ardides que el mismísimo Odiseo, aquél que junto con Aquiles, el de los pies ligeros, derrotó a los troyanos de ánimo altivo.

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