Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

9 Sep, 2015

Man in the Machine

Sin la fama ni la vocación de showman de Michael Moore, el cineasta Alex Gibney ha construido una sólida reputación como director de documentales serios y profundos, fáciles de digerir a pesar de ser muy densos y exhaustivos en el manejo de datos duros y testimonios.

Ganador en 2008 del Oscar por Taxi to the dark side, sobre el caso de un chofer afgano asesinado a golpes por soldados estadunidenses, Gibney ya había sido nominado antes por Enron: the smartest guys in the room (2005), un escalofriante relato –en la voz del actor Peter Coyote– sobre el monumental fraude perpetrado por la corporación energética que alguna vez fue modelo de innovación.

Este trabajo está disponible en Netflix, al igual que otros dos en los que el realizador conjuga la sobriedad con la capacidad de desatar polémica: Gonzo (2008), semblanza del escritor Hunter S. Thompon narrada por Johnny Depp, y Robamos Secretos: la historia de WikiLeaks (2013), que incomodó a la organización de Julian Assange.

Ahora es el propio Gibney quien asume el papel de narrador en Steve Jobs: the Man in the Machine (CNN Films), estrenado oportunamente en las salas de Estados Unidos el pasado viernes, un día antes de que en el Festival de Telluride ocurriera la premiere mundial de la película dramática Steve Jobs –dirigida por Danny Boyle con base en la biografía de Walter Isaacson– y también justo en la semana previa a la conferencia de hoy, en la que Apple presentará sus nuevos modelos del iPhone.

Aun cuando Gibney confiesa que ama este dispositivo, no duda en describir a Jobs como un hombre que detrás de escenas podía ser despiadado, engañoso y cruel, características que documenta con la voz del propio empresario y testimonios de personas a las que agravió. Es particularmente conmovedor el de Bob Belleville, jefe de Ingeniería de la Macintosh entre 1982 y 1985, quien asegura haber perdido a su esposa y sus hijos por haber dedicado todo su tiempo y energía a la confección de esa computadora.

Pude ver The man in the machine gracias a que también desde el viernes está disponible para su renta en la iTunes Store estadunidense. Se trata de una colección de anécdotas en realidad ya bastante publicadas, pero que dejarían comprensiblemente horrorizado al espectador que se acercara a la cinta sin tener ningún antecedente de la vida de Jobs.

Intercalando canciones de Bob Dylan e imágenes del templo zen japonés que inspiró a Jobs, Gibney trata de desentrañar la contradicción de un hombre que quería ser monje, pero que sin muchos escrúpulos se transó a Steve Wozniak mientras trabajaban juntos en Atari y renegó de la paternidad de su hija Lisa. Un clavado en la filosofía oriental que no hizo gran cosa frente a los suicidios de trabajadores en la fábrica de iPhones en China. Un empresario capaz de hablar con tono de mafioso a su colaborador Andy Grignon, quien osó dejar a su familia (léase Apple) para trabajar con la competencia. Acusaciones que, por cierto, no quieren oír los fans que aman los productos que son símbolos de estatus, que están dispuestos a perdonar todo y a saturar con mensajes de odio el correo electrónico de un periodista crítico de Apple.

The man in the machine recupera una charla en la que Jobs considera que un buen tema para una película –una historia de ladrones, extorsiones “y seguramente también sexo”– es su pleito con el portal Gizmodo, que en 2010 publicó una reseña del iPhone 4 con base en un prototipo extraviado en un bar por un técnico de Apple (y que provocó que fuera allanada la casa del periodista Jason Chen, incluso después de que éste le devolviera el aparato perdido a Jobs). Gibney concluye que Jobs fue un artista que buscó la perfección, pero nunca pudo encontrar la paz.

En lo personal creo que la vida de Jobs es tan compleja que da para esa y más películas, dramáticas o documentales. Hay dos episodios que sería genial ver en la pantalla grande: la forma como sedujo a disqueras y artistas para que apoyaran la tienda de música digital iTunes, así como las rudas negociaciones sobre Pixar en las que enfrentó al entonces poderosísimo director de Disney, Michael Eisner, un ejecutivo tan temperamental y polémico como el propio Steve.

Al probable guionista de aquella épica batalla le costaría trabajo determinar cuál de los dos fue la bruja mala del cuento.

                marco.gonsen@gimm.com.mx

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube