Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

7 Oct, 2015

In Memoriam

“Recuerdos preciosos, cómo perduran”, reza la letra de una canción de Bob Dylan, el poeta y compositor originario de Duluth, ciudad que hace ya casi un siglo fue también la cuna de otro filósofo que no gozó de fama similar.

La lista en Wikipedia de las celebridades nacidas en aquella población de Minnesota no incluye el nombre del matemático Arthur Walter Burks, quien nació ahí el 13 de octubre de 1915, de acuerdo con el International Biographical Dictionary of Computer Pioneers (Editorial Fitzroy Dearborn, Chicago, 1995).

La Universidad de Michigan, donde Burks se doctoró en filosofía y en la que dio clases durante cuatro décadas, recuerda que éste fue reclutado en 1943 para integrar el equipo que diseñó la enorme computadora pionera ENIAC (Electronic Numerical Integrator and Computer), como parte de los esfuerzos de Estados Unidos para desarrollar tecnología bélica durante la Segunda Guerra Mundial.

El obituario publicado por esa institución académica en 2008 incluye una foto en la que Burks aparece sentado al lado de aquel monumental armatoste, cuya paternidad se le atribuye al ingeniero John Presper Eckert y al físico John William Mauchly, con quienes trabajó en la Escuela Moore de la Universidad de Pensilvania. Ahí conoció a Alice Rowe, una de las muchas mujeres encargadas de elaborar cálculos para mejorar la artillería del ejército estadunidense, quien se convertiría en su esposa y coautora de la mayoría de sus escritos.

Aun cuando tuvo sus propias aportaciones científicas y técnicas, la verdadera vocación de Burks fue preservar para el conocimiento de las generaciones futuras la historia de cómo se gestó la computación. Como parte de este esfuerzo rescató componentes de la ENIAC que hoy son exhibidos en su alma máter.

Sin embargo, uno de sus principales méritos fue reivindicar al científico de origen búlgaro John Vincent Atanasoff, pionero en conceptualizar el término “memoria” para referirse a la capacidad de la máquina para procesar y almacenar datos, y en adoptar el sistema binario de ceros y unos, clave en la era digital.

En el ensayo Who invented the computer? A Memoir of the 1940s, publicado en el Michigan Quarterly Review en la primavera de 1997, el matrimonio Burks reconstruye la
demanda legal entablada a mediados de los años 60 para que en la patente de la ENIAC se reconociera como coinventores a Arthur y a otros colaboradores de Eckert y Mauchly.

Gracias a este litigio conoció el papel indirecto que jugó Atanasoff, quien trabajó en el Colegio Estatal de Iowa en una calculadora mitad digital, mitad analógica, concebida para resolver ecuaciones, la cual fue completada en 1942, cuatro años antes que la ENIAC. A aquel aparato se le conoce como ABC por las iniciales de Atanasoff y de su asistente, Clifford Berry, quien le ayudó a construirla.

En el curso del proceso legal se descubrió que, en 1941, Mauchly se reunió en Iowa con Atanasoff y conoció el funcionamiento de la ABC, el cual sería retomado en el diseño de la ENIAC. Con base en esta evidencia, el juez del caso determinó –desde el punto de vista legal– que la primera computadora electrónica de la historia fue la ABC de Atanasoff y no la ENIAC, y por ello anuló la patente de ésta.

Burks respaldó completamente esta decisión –lo que le costó ser calificado de desleal por sus antiguos colegas– y decidió reconstruir y contar la historia completa. El empeño fructificó en el memorable libro The First Electronic Computer: The Atanasoff Story (1988).

Burks también desplegó su vocación como teórico de la informática en numerosas reflexiones sobre la inteligencia artificial, el determinismo, la conciencia, el libre albedrío, la lógica y la ética. Sin embargo, el espíritu que animó su obra está resumido en el último párrafo de su ensayo de 1997: “Dar crédito a quien crédito merece es un principio básico no sólo de justicia, sino de integridad académica. También debería ayudar a contrarrestar un cinismo que prevalece en la cultura actual, que tiende a desalentar la creatividad, salvo en el interés de obtener ventaja a corto plazo”.

Paradoja final de su vida, Arthur W. Burks murió el 14 de mayo de 2008 en un asilo de ancianos, después de librar una larga batalla contra el Alzheimer. A unos días de que se cumpla el centenario de su natalicio, su legado merece ser sacado del olvido.

marco.gonsen@gimm.com.mx

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