Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

21 Oct, 2015

Periodis-dron

Hoy, 21 de octubre de 2015, arribamos a la fecha marcada por la película Volver al futuro II (Robert Zemeckis, 1989) y la noticia es que los periódicos impresos siguen siendo los que dan la nota.

Gracias a un ejemplar del USA Today, Marty McFly se entera que su hijo es condenado a la cárcel en un juicio exprés de apenas un par de horas (gracias a que ya no existen abogados, le dice jocosamente el Doc Emmett Brown). Su intervención logra cambiar la historia para que sea la pandilla de Griff Tannen la que vaya a prisión –con todo y sus patinetas voladoras– por causar destrozos en el edificio del tribunal de Hill Valley.

La primera plana del USA Today cambia para presentar la nueva información que, esta vez, no fue recabada por un ser humano, sino por una cámara que vuela encima del estanque de la plaza principal. ¿Será que no sólo habrán desaparecido los abogados, sino también los reporteros y fotógrafos, quienes fueron sustituidos por drones?

Lo cierto es que en el año 2015 real lo que está sobre la mesa de debate es la regulación sobre el aún muy restringido uso de objetos voladores no tripulados para recopilar información periodística.

El debate data de noviembre de 2011, cuando la Universidad de Nebraska-Lincoln abrió un laboratorio de investigación motivado por el hambre creciente de las audiencias por consumir cada vez más información en tiempo real, sobre todo en video, combinado con la necesidad de abatir costos en coberturas en las que, por ejemplo, es muy cara, complicada y riesgosa la logística de movilizar helicópteros con reporteros y cámaras en su interior. Dotados con lentes sofisticados y sistemas de geolocalización que permiten programar su vuelo, los drones vuelven seguras, efectivas y baratas las coberturas de desastres.

Pero estos aparatos también plantean problemas éticos, sobre todo cuando la privacidad de algún personaje público se vea vulnerada por algún paparazzi mecánico. De esa forma, el Drone Journalism Lab planteó entre sus objetivos explorar las implicaciones legales y deontológicas de la adopción de estos dispositivos. Su labor en campo debió cesar un año después porque la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) se lo prohibió, argumentando que la escuela carece de permiso para operar drones.

Hasta la fecha, este grupo académico, liderado por el profesor Matt Waite –quien hace unos meses tramitó un permiso de piloto para intentar librar las restricciones legales– sigue documentando los acontecimientos relacionados con esta tendencia. A propósito de dos recientes hechos en los que chocaron drones de aficionados, uno de ellos en el Abierto de Tenis de Estados Unidos y otro en un juego de futbol americano de la Universidad de Kentucky, el pasado 7 de septiembre elaboró una guía que deben tener en cuenta los reporteros que pretendan utilizar drones en parques o estadios.

Lo primero que les recuerda es que cada vez está más restringido el uso del espacio aéreo en los estadios de equipos deportivos profesionales, una limitante que surgió en gran parte como respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Es muy probable que, en ambos casos, los drones involucrados en los choques hayan operado ilegalmente, de acuerdo con leyes federales y estatales. Señala que sólo unas mil 400 entidades  están autorizadas en Estados Unidos para utilizar drones con propósitos comerciales –como fotografiar un acontecimiento deportivo– y ninguna de ellas ha tenido permiso para volar en el interior de un estadio durante una competencia oficial. (Como una nueva restricción, el pasado lunes la FAA propuso crear un padrón de usuarios de drones con fines recreativos).

¿Será 2015 el año que los drones sean utilizados plenamente en el periodismo? La profecía aún puede cumplirse este año, a juzgar por un largo texto publicado en enero pasado por Al Tompkins en el portal Poynter, en el que vio como una primera señal positiva el acuerdo de cooperación firmado en ese mes por la cadena televisiva CNN con la FAA para acordar un uso regulado de naves no tripuladas que ayuden a recopilar noticias sin poner en riesgo la seguridad del espacio aéreo.

El único riesgo, advirtió entonces el autor, es que el Congreso de EU se involucrara en el proceso legal, lo cual haría que esta tecnología tarde años en aprovecharse. Quizá una mejor utopía en Volver al futuro hubiera sido imaginar un mundo sin legisladores.         

                marco.gonsen@gimm.com.mx

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