Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

27 Oct, 2015

¿Quién en su sano juicio querría comprar el IMSS?

Hace unos días, en la CVI Asamblea del IMSS, varios de los discursantes pronunciaron una expresión que los presentes debieron oír la cual, es hoy un lugar común. Dados los antecedentes de dicha ceremonia, tengo la impresión de que prácticamente nadie escuchó lo que como dije, se convirtió al paso de los años —por el alejamiento de la realidad cotidiana de y en esa institución—, en un desgastado cliché.

La carencia de un sólido sustento financiero y operativo, aunado a un gigantismo irracional que todo lo corrompe el cual, por estas fechas, rebasa ya los 430 mil empleados, nos lleva a concluir que el hecho de que el IMSS aún opere dadas esas condiciones, es un milagro que solamente se explica por el poder que tiene quien jamás nos ha abandonado, La Virgen de Guadalupe.

¿Qué oyeron los asistentes, pero no escucharon? Lo que a nadie impresiona hoy en día: El Seguro Social no será privatizado. Esta frase, expresión hueca cuya única utilidad es retórica, pues sólo busca el aplauso fácil dizque pleno de fervor patriótico: El Seguro Social no será privatizado.

Si conociéremos la realidad del IMSS —la cual va más allá de las cifras que lejos de buscar reflejarla, la ocultan—, molestaría que se venda un espejismo que solamente ciega al ingenuo que piensa, en los tiempos que corren, que el IMSS no ha sido afectado por la profunda crisis que padece la seguridad social en su conjunto.

Ante la realidad que viven y enfrentan hoy los sistemas públicos de salud y los de pensiones, deberíamos preguntarnos qué la explica. ¿La corrupción solamente? ¿Acaso una gobernación marcada por la inmediatez, y/o la renuencia a ajustarse a una nueva realidad demográfica?

Si bien nadie en su sano juicio debería negar, o pretender siquiera reducir o minimizar el papel que ha jugado el IMSS en la transformación del país en los últimos 50 o 60 años, menos aún debería ocultar una realidad la cual, por encima de frases efectistas y demagógicas, siempre termina por salir a flote; dicha realidad, amenaza ya la viabilidad y permanencia de dicha institución, tal y como la conocemos y también, la padecemos. 

Por otra parte, ¿qué ganamos repitiendo el Seguro Social no será privatizado? ¿Acaso, cual conjuro mágico, repetirla modificará el desastre en el que hemos convertido al Seguro Social? Es más, ¿quién en su sano juicio se atrevería a comprarlo, en caso de querer venderlo? ¿Quién sería tan idiota como para aceptarlo, incluso como regalo?

Las respuestas a ésas y a muchas otras preguntas de índole similar, deberían avergonzarnos por lo que dejarían ver del IMSS actual —y el que es desde hace no pocos años—, que es, lo aceptemos o no, una fuente de corrupción que ofende, y nos pinta tal cual somos.

¿Por qué pues, algunos asistentes debieron aplaudir, para no dejar ver su condena y disgusto con la demagogia, que vende una ilusión ante la realidad evidente? ¿Por qué callar? ¿Qué los lleva a nada decir, y sí manifestar un aplauso cómplice, cobarde?

El problema del IMSS, aceptémoslo, no es una imposible privatización; sí lo es, saber si como está, podría proporcionar el servicio que de él se espera. Lo otro, frases huecas, demagogia y búsqueda de votos.

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