Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

3 Nov, 2015

¿Quién prestará atención a la decisión china? ¿Aprenderemos algo?

A raíz del anuncio del Partido Comunista Chino y el gobierno de ese país, en relación con la prohibición a las familias de tener más de un hijo, que era hecha respetar, incluso de manera violenta (aún cuando desde el año de entrada en vigor, 1980, se fueron dando exenciones)  pudimos leer, no pocos artículos de opinión en los medios más influyentes del mundo.

Al mismo tiempo que las notas periodísticas, aparecieron análisis que fueron más allá de la coyuntura, pues trataron los efectos reales que el anuncio tendría, tanto en China Popular como en otros de la región donde está ubicada, en la economía. De ahí que estudiosos del tema demográfico, se enfocaran en un aspecto que debería ser tema de discusión aquí en México: El porqué de la decisión del partido y gobierno chino, no sólo desde lo estrictamente demográfico sino sobre todo, desde la visión meramente económica y laboral, ya no demográfica.

La decisión anunciada, sin duda, puso en el centro de la agenda china, los efectos que tiene la manipulación de la demografía, no solamente en el ámbito familiar y su integración, sino en la sociedad toda.

Además, la actual estructura demográfica china, en la cual sobresale un Índice de Masculinidad peligroso: 116 nacimientos de niños, por cada cien niñas. Esta anomalía demográfica, tiene ya en China Popular efectos de tal gravedad los cuales, por más intentos que hacen el gobierno y el Partido por ocultarlos, todos han resultado infructuosos. 

Hoy, la República Popular China y su situación demográfica, es un buen ejemplo de lo que no debe hacerse en demografía y más precisamente, con las políticas públicas en materia de población. La manipulación, por más justificada que esté políticamente, a la larga demuestra su inutilidad y efectos negativos que rebasan, con mucho, las cuestiones estrictamente demográficas.

Los efectos en China, de más de tres decenios y medio de implantar —incluso mediante la violencia—, una decisión política como la de un hijo por familia, se dejarán sentir durante más años que los que aquélla tiene de vigente. Las consecuencias, como dije, van más allá de lo demográfico, pues afectan ya la economía, los mercados laborales y la convivencia familiar, entre otros aspectos de la vida cotidiana china.

Además, por encima de aquéllas, reina una corrupción que, ante la mirada permisiva y cómplice de funcionarios corruptos, hace posible que los que se han enriquecido a niveles ofensivos —dados los nuevos aires que soplan en ese país—, ofrezcan y sean aceptados elevados sobornos para obtener la ansiada autorización para un segundo, o un tercer hijo.

¿Qué haremos aquí, ante la realidad demográfica que amenaza la estabilidad y el crecimiento económico de aquel país? A partir de lo que es ya una gran discusión, no sólo en China Popular sino en varios países donde el envejecimiento demográfico ya deja sentir sus efectos, ¿realizaremos una discusión similar, seria, objetiva?

¿Nos atreveremos a molestar a los políticamente correctos, y reconoceremos los excesos cometidos en materia demográfica? ¿Nos atreveremos a enfrentar el problema que ya se advierte, y propondremos soluciones?

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