Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

18 Nov, 2015

Emojis

Shruggie” es una de esas palabras hechizas e intraducibles cuya falta de uso probablemente haga que se evapore con el paso del tiempo, aun cuando designa una  de las expresiones más reconocidas por los usuarios de redes sociales:¯\_(ツ)_/¯

Se trata de un emoticon —líneas, paréntesis y diagonales combinados con ideogramas nipones— que simula a una persona que se encoge de hombros en señal de resignación, indiferencia o sarcasmo. Para escribirlo se requiere habilitar un teclado japonés en los ajustes del teléfono o la computadora, o simplemente copiarlo de alguna página de internet (existe una especializada: www.copyshrug.com).

El periodista Kyle Chayka publicó en mayo de 2004 en el portal The Awl la historia de este icono que, según su investigación, se volvió viral en Estados Unidos en 2010, cuando un productor de rap la usó en Twitter para dibujar el gesto que hizo Kanye West después de su tristemente célebre interrupción a Taylor Swift, durante la entrega de los premios MTV.

Como bien lo apunta Chayka, el shruggie —también llamado smugshrug— es una experiencia que sólo se comprende cabalmente mientras uno está conversando en línea, debido a su dificultad para ser expresado en forma hablada. Cita a Shane Ferro, una editora de Reuters que lo definió como “un sentimiento de internet por default”, en el que igual puede revelarse la ira, el desenfado, el relajamiento, la incomprensión, el desconocimiento de algo o esa sensación indescriptible que nos hace simplemente exclamar “¡bah!” o “¡ya qué!”.

La fonética inglesa de la palabra shruggie deja de lado el ingrediente oriental que la convierte en kaomoji, una forma de representar sentimientos mediante caracteres japoneses y signos de puntuación del alfabeto latino, y del que circula una amplia variedad en el ciberespacio.

A pesar de su popularidad, los kaomoji van cediendo cada vez más frente al apabullante imperio de un hermano mucho más recurrente, el del emoji, concepto que desde el pasado lunes cuenta ya con una nueva legitimidad académica.

El Diccionario Oxford sorprendió porque, como Palabra del Año 2015, no escogió precisamente un vocablo, sino uno de los dibujitos que forman parte del lenguaje cotidiano de millones de usuarios de teléfonos con sistema iOS y Android. El gráfico elegido para representar el estado de ánimo de este año fue “Cara con lágrimas de alegría”, un circulito amarillo con amplia sonrisa pero que al mismo tiempo llora, y que según las estadísticas de la firma SwiftKey fue el más usado a escala global de enero a la fecha.

Bueno, en realidad esa decisión no debe ser considerada una sorpresa, de acuerdo con la declaración de Casper Grathwohl, presidente del Diccionario Oxford, quien considera que los signos del abecedario convencional han tenido que librar una fuerte lucha para poder expresar las sensaciones colectivas propias de la comunicación de este siglo. “No extraña que el emoji haya irrumpido para llenar ese vacío”, asegura, “pues es flexible, inmediato e infunde el tono de manera bella”.

Por supuesto, no fue ése el propósito del creador de los emoji, Shigetaka Kurita, quien sí se propuso en la década de los noventa del siglo pasado desarrollar un lenguaje... sí, uno de naturaleza cibernética, que facilitara la navegación en internet en dispositivos móviles. Para ello formó parte del equipo de la telefónica nipona NTT DoCoMo que creó en 1999 una plataforma para ese fin, llamada “i-mode”.

En una entrevista publicada por el sitio Ignition, Kurita deja ver que la idea del emoji surgió del diminuto tamaño de las pantallas de los celulares, en el que era más práctico representar el estado del clima con un sol tapado a medias por una nube, y en el que era más rápido y efectivo decir “me gusta” mediante el icono de un corazón.

Kurita se propuso “crear un nuevo alfabeto”, y el primer resultado fue un conjunto de 176 imágenes inspiradas en el manga japonés y los pictogramas de servicio, como los que indican dónde no fumar o no estacionarse. Un lenguaje de pixeles al que ya fue “traducida” la novela Moby Dick, muestra de un potencial narrativo que va más allá de lo meramente utilitario.

Frente a la tendencia tecnológica que privilegia la imagen sobre el texto, los nostálgicos de la palabra escrita no tendrán más remedio que encogerse de hombros.

marco.gonsen@gimm.com.mx

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