Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

30 Dic, 2015

Bastidores

Quienes aspiren a ver en la película Steve Jobs (Danny Boyle, EU, 2015) el retrato definitivo del fundador de Apple, muy probablemente terminarán decepcionados.

De hecho, al igual que el Jobs de 2013, dirigido por Joshua Michael Stern y otras representaciones en la pantalla chica o grande, está basada en hechos ocurridos anteriormente a los lanzamientos del iPod, del iPhone y del iPad, que dieron fama (y cierta popularidad) mundial al empresario de Cupertino.

Por esta razón, y porque me imagino que tiene mayor atractivo desde el punto de vista dramático, el guión escrito por Aaron Sorkin subraya los rasgos más despóticos de la personalidad del innovador. Aunque se supone que está inspirada en la biografía escrita por Walter Isaacson, la cinta carece de cualquier aspiración realista o documental: más bien, está diseñada como una obra teatral, una representación imaginaria de lo que ocurrió entre bastidores durante tres presentaciones de productos emblemáticos con el sello de Jobs: la Macintosh de 1984, la NeXTCube de 1988 y la iMac de 1998.

Por esa circunstancia, da igual que los actores Michael Fassbender, Seth Rogen y Jeff Daniels no tengan el menor parecido físico con los personajes que interpretan (Steve Jobs, Steve Wozniak y John Sculley, respectivamente). Tampoco es relevante, desde esa lógica, que uno de los ejes argumentales sea la confrontación profesional de Jobs con Joanna Hoffman, integrante original del equipo de la primera
Macintosh, quien es apenas mencionada en una veintena de las más de 600 páginas del libro de Isaacson.

De hecho, Sorkin y Boyle se concentran en la relación dialéctica que sostienen el personaje central con Wozniak, Sculley y Hoffman como antagonistas. El primero, empeñado en lograr un reconocimiento público para el equipo creador de la Apple II, cuya producción significó buena parte de las ganancias de la empresa en el momento de lanzar la Macintosh. El segundo, condenado por la historia a la infamia de ser para siempre “el hombre que despidió a Jobs”. Y la tercera, el único dique sensato a la megalomanía de Jobs, capaz de mostrarle su campo de distorsión de la realidad y que, como buena samaritana, lo pone en la ruta de la reconciliación con su hija Lisa, cuya paternidad se rehusó mucho tiempo a reconocer.

Pareciera que el enganche emocional del filme sería el de las relaciones familiares, rotas desde la propia infancia de Jobs, cuyo trauma por ser adoptado le es restregado por Sculley en una de las escenas climáticas. Sin embargo, lo que sobresale es la obsesión del fundador de Apple por crear productos perfectos –según su muy particular concepto de “perfección– lo que resulta en un retrato desequilibrado, pues sólo muestra el trato tiránico y grosero hacia sus colaboradores, aun cuando el libro de Isaacson refleja que Jobs solía respetar a quienes lo increpaban y defendían con vehemencia sus argumentos.

Así, más que una biografía fílmica convencional, la obra de Sorkin-Boyle es un “detrás de cámaras” más emparentada genéricamente con Birdman (Alejandro G. Iñárritu, EU, 2014), afinidad ya expuesta desde septiembre pasado por el sitio Indiewire. En ambos casos, lo que vemos es la intimidad de un actor desde su camerino, viviendo con intensidad su infierno anímico, obstinado en la puesta en escena como mecanismo para trascender en la vida, a quien sólo le falta una voz interior que guíe sus pasos y lanzarse desde un edificio para sobrevolar la ciudad y contemplarla desde el mantra de su lema “Think different”.

Escrita, filmada, actuada y editada con el mismo preciosismo que el personaje central imprimía a sus creaciones, Steve Jobs está más encaminada a seducir a la Academia de Hollywood en su carrera a los Óscares que al aficionado promedio a los dispositivos de Apple. De hecho, sólo los muy fans de esa marca o los especialistas en tecnología podrán entender plenamente la naturaleza de los conflictos expuestos en la cinta, pues éstos nunca son explicados con detalle. El que se requiera muchísima información previa para entender la película puede ser una de las causas de que ésta no conectara con grandes audiencias.

Con una recaudación mundial de apenas 25 millones de dólares, inferior a los 30 millones que costó producirla, Steve Jobs pasará también inadvertida en las salas mexicanas, prácticamente monopolizadas por la última entrega de Star Wars. Los riesgos de dar preeminencia al lado oscuro.

marco.gonsen@gimm.com.mx

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