Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

31 Dic, 2015

No nos confundamos, aquí es Jauja; ¿los problemas?, están afuera

Reconozco que he sido un tonto; sí, en serio. ¿Cómo pude no darme cuenta de la realidad si ésta, frente a mí, me gritaba una y otra vez Aquí estoy,  ¡Ángel, estamos en Jauja!? ¿Los problemas? Ésos están afuera, muy lejos de este bello, justo, democrático y moderno país.

¿Cómo permanecí ciego tanto tiempo? ¿Por qué  no pude darme cuenta de lo que era obvio, de lo que en verdad es este país tan nuestro, tan profundamente nuestro? Sin embargo, nunca es tarde para rectificar; la comprensión cabal de lo que somos llegó; tarde, pero al fin llegó.

¿Qué me hizo dejar la confusión en la que viví durante decenios? ¿Qué desató lo que llamo, una verdadera conversión? ¿Qué hizo posible que viera lo que siempre estuvo ahí, frente a mí, y jamás pude ver?

Lo digo sin reticencia alguna, sin pena de ser tachado de traidor a lo que pensé y defendí con fervor encendido durante tanto tiempo; no temo a la crítica mordaz y a la maledicencia pues acepto, humildemente, que lo que creí eran argumentos sólidos e irrebatibles, simplemente eran visiones propias de mi amargura, de mi pequeñez ante la grandeza de las decisiones de quienes nos gobiernan.

Hoy lo acepto; estuve totalmente equivocado en mis apreciaciones de tanta política pública que juzgué, en su momento, equivocadas y dañinas para el desarrollo y el crecimiento de nuestra economía. ¿Cómo pude pues, no darme cuenta que mis apreciaciones subjetivas, eran y estaban lejos de la realidad que, una y otra vez me decía, Ángel, este país camina, me están moviendo. ¡Date cuenta, Ángel!

Sin embargo, tiene que llegar uno al momento de la verdad, al momento instante mismo de la iluminación para convertirse; tiene que escucharse la voz fuerte y clara de quien, impoluto y sabio como el que más, nos dice: ¡Ésta es la única verdad! Eso es lo que me pasó; así fue mi conversión.

En el momento en que el Partido Verde afirma, sin temor alguno al juicio de la historia, que la reducción los precios de las gasolinas y el diesel en 30 centavos, es resultado de la Reforma Energética, ¡se hizo la luz! Por fin, me dije, ahora veo con claridad lo que antes vi confuso, nebuloso.

El poder transformador de la Reforma Energética, ¡por favor, acéptenlo!, es infinito. Esos 30 centavos, es el concentrado de la fuerza –casi cósmica–, que me hizo ver; que me llevó, sin sentirlo, a la conversión que a partir de ese momento me hizo ver todo, con una claridad tal, que ni con los lentes intraoculares que llevo desde hace años pude obtener. Por eso digo ahora, con voz clara y fuerte, ¡qué poder transformador tiene, la Reforma Energética!

Por otra parte, ¿a quién agradecerle mi conversión? ¿Acaso a la Secretaría de Hacienda y a su equipo, que supieron ver qué nos hacía falta y condujeron, con visión y sin flaquear, todo el proceso legislativo para darnos, sin egoísmo e interés mezquino alguno La Reforma Energética, el elemento decisivo para ser otros?

Por eso, con el entendimiento que me da hoy mi conversión al ver esos 30 centavos milagrosos –que sólo el Partido Verde supo entender en su profundidad–, digo convencido: ¡Señores, aquí es Jauja; los problemas, están allá afuera!

¿Verdad qué sí?

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