Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

15 Ene, 2016

El techo de cristal existe ¿Pero, quién lo construye?

La leyenda urbana sobre cómo las mujeres tienen menos éxito como emprendedoras que los hombres no es leyenda, es una realidad.

Según diferentes estudios, sólo una tercera parte de las nuevas empresas o proyectos a nivel mundial son comandados por una mujer, aun cuando éstas conforman un poco más de la mitad de la población. Desde cualquier estadística que se consulte, queda claro que las mujeres inician menor número de empresas, tienen menor acceso a financiamiento bancario y ganan menos dinero de su negocio que los hombres. Quizá la brecha de género se ha ido acortando en los últimos años, pero aún falta mucho por hacer.

Sin embargo, las razones sobre el por qué son mucho más complejas de lo que originalmente se pensaba. Más allá de una “simple” (no por ser sencilla, sino por ser una razón muy estudiada) cuestión de sexismo y misoginia en las políticas públicas, empresariales y financieras, razones que, indudablemente, juegan un papel, el rezago que existe se debe también a cuestiones de carácter.

Un estudio publicado esta semana por la Escuela de Negocios de Wharton, e impulsado por el profesor Ethan Mollick pretende explicar las causas de la menor proporción de mujeres emprendedoras exitosas. Sus conclusiones son extremadamente interesantes a nivel de políticas públicas y, también, a nivel de actitud y lecciones personales.

El punto principal de su análisis es que la razón más contundente para explicar la menor participación de las mujeres en el mundo de los start-ups es la actitud natural de las mujeres (sin generalizar pero atribuyendo ciertas características prevalecientes en el género). 

En cuestión de carácter, las mujeres tienen menos soberbia y más humildad que los varones y se dan por vencidas más fácilmente.

El ser emprendedor, por definición, seas del género que seas, implica tener una gran tolerancia al riesgo y a la posibilidad de fracaso. Por lo que se necesita tener un elevado nivel de confianza en uno mismo; estar seguro que uno es mejor que los demás quizá rayando en la soberbia.

Y es ahí en donde las mujeres fallamos. En términos generales, y a lo largos y ancho de culturas orientales y occidentales, de primer y de tercer mundo, las mujeres somos mucho más humildes e inseguras.

Las mujeres tienden a pensar que, cuando aciertan, se debe a los factores externos y que, cuando fracasan, es culpa de algo que hicieron mal. Los hombres, por el contrario, generalmente asumen que cuando tienen un éxito es gracias a sus cualidades pero cuando fracasan es por culpa de factores externos.

Esto implica que las mujeres se rinden mas fácil ante los retos de un nuevo negocio y, si fracasan por completo, tienen mucho menor posibilidad de intentar con un negocio o una idea nueva.

¿Qué nos dice este estudio? La lección es simple pero no sencilla: como mujeres, y como educador@s de mujeres, tenemos que buscar enseñar y reforzar no sólo las habilidades técnicas y empresariales de las mujeres, sino también encontrar la manera de reforzar la confianza que tengan en ellas mismas.

Quizá suena demasiado sencillo pero, muchas veces, le explicación más simple es la más adecuada.

Un resumen del artículo “Humility and Hubris: Gender differences in Serial Founding Rates” lo puedes leer en http://www.weforum.org/agenda/2015/12/why-are-women-less-likely-to-be-en...

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