Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

21 Ene, 2016

¿Tomaremos en serio las palabras del doctor Carstens?

Ante la claridad de las palabras del gobernador del Banco de México en la nota del periódico inglés, Financial Times, no han faltado los intérpretes o aprendices de síquicos que, pretendiendo emular a mi estimado paisano Rubén Aguilar (quien, por lo demás, sí sabía lo que en verdad había querido decir el presidente Fox), afirman que el doctor Carstens se refería a Argentina y Brasil, no a México.

La verdad, no dejan de sorprender las maromas verbales de algunos, que con tal de esquivar lo central, no sólo las afirmaciones certeras del gobernador del Banco de México, sino los juicios y recomendaciones que aparecen en no pocos análisis objetivos de la situación que enfrenta hoy la economía mexicana; insisten, ahí está el peor de sus errores, en mantener posiciones unilaterales y subjetivas las cuales, no se sostienen ante nuestro mediocre desempeño económico.

Aferrados a ellas, no pueden ocultar su sobresalto cuando, sus planteamientos casi idílicos del desempeño de nuestra economía, caen —uno a uno—, hechos pedazos.

La complejidad de la situación que enfrenta el mundo, no sólo en materia económica sino también en lo político y militar, obliga a los gobernantes y a los responsables de la conducción económica y la monetaria, a tener que ajustar sus puntos de vista y propuestas en la medida que van cambiando  las condiciones en ésta o aquella región del mundo. 

Aquéllos, si bien fueron adecuados para responder a una situación anterior, ante la nueva que enfrentamos hoy, ya no son de utilidad alguna; por lo tanto, es imperativo el ajuste. De no hacerlo, no sólo corremos un grave riesgo por los efectos negativos que una conducta así tendría para el país y su economía, sino que más temprano que tarde —de aferrarse a lo que pudiéremos calificar como necedad—, serían removidos de sus cargos.

En relación con los defensores oficiales u oficiosos de lo que a todas luces no funciona, cuyo análisis es incompleto e interesado, hay que decir que no se trata de si alguien ganó y el otro perdió al acertar o fallar en sus posiciones sino de algo más importante, de ir ajustando —oportuna y obligadamente—, lo que uno opina de la realidad cotidiana.

¿Haremos caso de las opiniones del doctor Carstens y de muchos más, que no comulgan con la visión triunfalista de las partes interesadas en defender una conducción la cual, hoy es más que evidente, no ha funcionado?

¿Acaso seguiremos con esa conducta que nos viene de lejos en el tiempo, de despreciar lo que otros opinan acerca de nuestro desempeño económico mediocre, y de las causas que lo explican? ¿Qué hemos ganado con esa práctica, de hacer a un lado la realidad para reemplazarla con sueños de opio, o ilusiones juveniles los cuales, una y otra vez se quedan en eso, en sueños e ilusiones?

¿Por qué no admitir que no somos eso que imaginamos, sino algo muy diferente? Entiendo que ver la fealdad de nuestra realidad estructural no es agradable pero, eso es lo que somos, y lo que tenemos. Lo otro, como dije, son ilusiones y sueños y por más que mintamos, la realidad no va a cambiar; para ello se requiere, algo más que mentiras.

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