Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

26 Feb, 2016

Lo cotidiano

Existe un gran debate, que se da desde las mesas de borrachera hasta las aulas universitarias, sobre qué es más importante y determinante para el éxito o para la felicidad (según sea la discusión en curso): las pequeñas decisiones diarias o las grandes decisiones que en ciertos momentos de la vida se tienen que tomar.

La gente muy determinista y conservadora, que aunque no lo crean son la mayoría, atribuye el éxito a las grandes decisiones y agoniza sobre ellas. La carrera a estudiar, la propuesta a entregar, la presentación que dar, y olvida o menosprecia lo que pasa en el día a día. A poca gente le quita el sueño la junta de todos los lunes.

La verdad es que así hemos sido educados. Desde que somos niños los estándares de éxito se marcan por los grandes hitos de la vida infantil-escolar: los exámenes o el éxito en los proyectos específicos. Es exitoso quien los pasa, fracasado quien no. Y nos llevamos esa mentalidad a lo largo de la vida profesional y personal adulta.

Así es como hay cientos de manuales y teorías sobre como tomar bien estas grandes decisiones de la vida.

Pocos, muy pocos, son los que pueden cumplir con el mantra de “la vida está hecha de pequeñas decisiones”.

Ésta no es una pregunta banal o simple para los negocios ni para nuestra vida personal. En la manera que la respondemos, y actuamos en consecuencia, es en donde dedicamos los recursos más valiosos de la empresa o de la vida. ¿Es más productivo gastar dinero en grandes proyectos o en muchas pequeñas tareas? ¿Es más rentable dedicar el tiempo de la gente a grandes cosas o a perfeccionar el día a día? ¿Dedicamos la noche de insomnio a pensar en lo macro o en lo micro?

En slang empresarial la pregunta es ¿qué es lo que determina el éxito de una empresa: las decisiones estratégicas o las acciones operativas?

Poco se habla de la importancia de las pequeñas decisiones diarias. En parte por la enorme cantidad de ellas que tomamos (como dato curioso se calcula que una persona toma 35 mil pequeñas decisiones cada día) y en parte porque las consideramos… bueno, pequeñas. La sabiduría tradicional dicta que si son decisiones pequeñas nos podemos equivocar poco y, por lo tanto, no hay que sufrirlas/pensarlas tanto.

Pero es en ellas donde ser marca la diferencia.

Las pequeñas decisiones son donde te actualizas y aprendes sobre lo que está pasando a tu alrededor en la empresa. Los grandes proyectos son, por definición, miopes, te dejan ver lo grande, pero ciegan lo chico. Es en las decisiones del día a día en donde te puedes dar cuenta de lo que está mal, y de lo que está bien, en tu empresa.

Es en el día a día en donde se corrigen malos hábitos o vicios de trabajo. Es en el día a día en donde se da una mejor atención a los clientes, en donde el ambiente de trabajo se vuelve más atractivo. Es aquí en donde tenemos que estar pendientes para mejorar o no recaer.

Son en las pequeñas cosas en donde se marcan las prioridades. Es aquí en donde se decide a donde alocar recursos ya sean materiales o humanos.

Y más importante de todo, es en el día a día en donde te relacionas con la gente, en donde te vinculas con proveedores, clientes, empleados, socios… Y las relaciones humanas (tan necesarias aun en el negocio más tecnológico) son las que marcan las grandes diferencias de la vida.

Regresando a la pregunta inicial ¿Qué es más importante y determinante para el éxito, las pequeñas decisiones diarias o las grandes decisiones eventuales?

Es imposible hablar de unas sin las otras porque ambas son naturales y necesarias en la vida empresarial. Ambas existen. Sin embargo, quizá hay que cambiar el foco de importancia ya que puede ser que las grandes decisiones estratégicas marquen un camino pero es la acción cotidiana, los detalles diarios, los que determinan si este camino será exitoso o no.

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