Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

23 Mar, 2016

Packard

La ciudad de Pueblo, en Colorado, está considerada como uno de los mejores lugares para vivir en Estados Unidos, según un video del sitio Livability.com. Heredera de una mezcla de culturas hispana, anglo y nativa americana, Pueblo se llama a sí misma “hogar de héroes” (ahí crecieron cuatro militares que recibieron la Medalla de Honor), es sede de un festival anual de chile y frijoles y presume haberse reinventado como meca de la industria, el arte y el ciclismo de montaña, entre otras virtudes.

Pero Pueblo no siempre fue así. En 1912 era una localidad minera difícil y violenta, con pandilleros, burdeles y cantinas, en la que eran comunes los tiroteos y peleas callejeras, como en el Lejano Oeste. Así lo describe uno de los hijos más conspicuos de Pueblo, David Packard, quien justo en aquel año nació ahí.

Hijo de un abogado y una maestra de bachillerato, el pequeño David pasó buen tiempo de su infancia y adolescencia vagando por la pradera y heredando de su madre la afición por la jardinería. Y también a temprana edad desarrolló aptitudes por las ciencias y las matemáticas y un gusto por admirar fotografías de ferrocarriles, puentes, motores, generadores y otras variantes más de equipos eléctricos y mecánicos.

En el patio de su casa, el inquieto David trató de construir modelos a escala de estos artefactos, a la vez que encontró placer en experimentar con sustancias explosivas, hasta que un accidente hizo que una de éstas le estallara en la mano y le causara un daño irreversible en el pulgar izquierdo.

Dejando a un lado la pólvora, a los 12 años de edad descubrió su afinidad por la radio y construyó un receptor por medio de un tubo de vacío, con el que logró captar en su casa de Pueblo una señal proveniente de Des Moines, Iowa, a mil kilómetros de distancia. Con ese antecedente combinó su paso por la enseñanza media superior con el trabajo de operador de radiodifusión.

Todos estos intensos años lo desviaron por completo de cursar la carrera de leyes, como era el sueño de su padre, y a la hora de elegir escuela se sintió atraído más por el programa de ingeniería eléctrica de Stanford que por el que ofrecía la Universidad de Colorado. Aunque no escogió una institución barata, sus padres pudieron apoyar su sueño a pesar de haber sufrido los embates de la depresión económica de 1929. Cada verano, David Packard regresó a Pueblo y trabajó en una mina, una fábrica de ladrillos, una constructora y una distribuidora de hielo, para contribuir con la colegiatura.

Y fue en Stanford donde ocurrieron los eventos que marcarían el futuro que lo hizo inscribir su nombre en la historia. El plantel contaba con una pequeña estación de radio por la que se sentía atraído. Al lado de ésta se encontraba el laboratorio de un joven profesor, Fred Terman, quien le inculcó el amor a la electrónica y de quien aprendió la esencia de la simplicidad como la forma de abordar los más complejos problemas.

Y en el otoño de 1930, Packard se volvió amigo de un compañero de clases y también alumno de Terman, William Hewlett, nacido en 1913 en Ann Arbor, Michigan, que desde pequeño mostró una insaciable curiosidad por conocer el funcionamiento de las cosas y que, al igual que David, también experimentó de niño con pólvora. No extraña, pues, que de tan explosiva combinación de talento surgiera la compañía que lleva el apellido de ambos, fundada el 1 de enero de 1939 en el garage de una casa rentada en Palo Alto, California, en la que hoy se exhibe una placa con la leyenda “El lugar donde nació Silicon Valley”.

La historia de cómo surgió la firma que comenzó fabricando osciladores de audio y después lideró el mercado computacional está contada en el libro The HP Way: How Bill Hewlett and I built our company (Harper Collins), publicado por David Packard un año antes de morir de neumonía, el 26 de marzo de 1996, en el hospital de su amada Universidad de Stanford.

A unos días de que se cumplan 20 años de su fallecimiento, vale la pena recordar al cofundador de Hewlett-Packard por describir en este libro la cultura laboral de una empresa preocupada por la satisfacción de sus empleados –con quienes fue flexible en el diseño de la dinámica de trabajo y generoso en el reparto de ganancias– y con una decidida vocación ciudadana de servicio a la comunidad. Una compañía, pues, pensada para el pueblo.

                marco.gonsen@gimm.com.mx

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