José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

25 Mar, 2016

¡Escucha, yanqui!

El viaje de Barack Obama a Cuba al inicio de esta Semana Santa hace recordar las admoniciones del sociólogo estadunidense C. Wright Mills a sus compatriotas, en su libro publicado en 1961 con el título de esta columna (FCE), que estoy cierto fue leído y aplaudido por el Presidente cuando joven.

Mills defendía a la revolución cubana, culpando a su país de los males de la isla, por sus reiteradas ambiciones imperiales, empezando por su política de arrebatar a España lo que quedaba de su imperio con la injusta guerra de 1898.

EU se apropió de Puerto Rico y estableció protectorados en Filipinas y Cuba, que pasarían a ser países nominalmente independientes, pero con el derecho de EU de intervenir a su antojo y establecer bases militares y navales cuando quisiera, como la de Guantánamo, aún en uso como prisión especial para terroristas.

Uno de los argumentos de Mills era que si EU no defendía la revolución cubana, ésta podría pasarse al campo soviético, que fue exactamente lo que ocurrió después del fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos, la pésima operación concebida por Allen Dulles, jefe de la CIA en la administración del presidente Eisenhower, pero ejecutada al inicio del gobierno de John Kennedy.

Es imposible saber si Fidel y Raúl Castro no hubieran abrazado el comunismo independientemente de lo que hiciera EU, pues sus posiciones radicales en la crisis de los misiles nucleares de 1962 revelan una feroz belicosidad, pues ellos —con el apoyo estridente del Che Guevara— querían atacar EU cuando la URSS decidió negociar.

Yo creo que el embargo económico cubano de EU fue un error grave, pues le permitió a la dictadura de los Castro fortalecerse en su aislamiento y poder culpar a los yanquis de todo lo malo que pasaba en la isla, y les facilitó mantener un férreo control sobre la economía y la sociedad cubanas.

Sin embargo, pienso que el viaje de Obama a Cuba fue un premio innecesario para la cruel dictadura que viola sistemáticamente los derechos humanos y económicos de los cubanos, a cambio de nada tangible, y lleno de símbolos de la peor calaña, como la foto de Obama frente a un enorme mural con la imagen del Che.

Todo esto lleva a pensar que Obama es el típico izquierdista estadunidense que embebió los argumentos de Mills, y que de hecho apoya la revolución cubana y culpa a su propio país de los males que afligen a Cuba, al ni siquiera haber intentado denunciar el régimen totalitario que canceló la libertad de los cubanos.

Tampoco criticó a un sistema económico que ha llevado a vivir en la miseria a los 11 millones de habitantes de la isla, que tuvo que recurrir a alquilar a sus ciudadanos a cambio de “ayuda externa,” primero de la Unión Soviética, con soldados que pelearon las guerras de Moscú en África, y después con Venezuela, con servicios médicos y asesoría para crear batallones de milicianos al margen del ejército de ese país.

Los medios han subrayado, creo que equivocadamente, la mejoría que traerá la visita de Obama a Cuba en sus relaciones con el resto de América Latina, cuando yo no veo por qué el eje neo-socialista Venezuela-Bolivia-Ecuador-Nicaragua tenga el menor incentivo de abandonar su retórica antigringa. Para los demás, es irrelevante.

Hay que recordar también que si bien Obama le ha abierto algunos hoyos al embargo comercial con órdenes del Ejecutivo a su cargo, la prohibición no puede ser cancelada sino por el Congreso, actualmente controlado por sus opositores, quienes no tienen la menor intención de eliminarla

Por último, el reinicio de la relación diplomática ha generado incentivos perversos, promoviendo un éxodo masivo de la isla hacia EU, pues los cubanos entienden que el otorgamiento automático de residencia que obtienen si llegan por la vía terrestre, seguramente está por terminar, lo que ha generado un nutrido flujo migratorio hacia varias naciones de América Latina, sobre todo México, último país de tránsito.

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