2 formas en que el poder transforma a la gente

Las personas poderosas son más propensas a ser groseras, a mentir y a hacer trampa
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Un líder enfocado en él mismo tiende a ser bueno en obtener lo que necesita, incluyendo recursos dentro de la organización e influencia en el mercado. Foto: Getty
Un líder enfocado en él mismo tiende a ser bueno en obtener lo que necesita, incluyendo recursos dentro de la organización e influencia en el mercado. Foto: Getty
¿Se comporta de forma menos ética que los demás la gente que tiene poder?
 
Un cuerpo importante de investigación demuestra que, de hecho, la gente que se considera poderosa piensa, siente y actúa de forma distinta a la que se siente impotente.
 
La gente poderosa es más propensa a ser grosera, a mentir y a hacer trampa. Por ejemplo, los que manejan autos caros tienen menos probabilidad de parar para ceder el paso a los peatones.
 
¿De dónde viene esta tendencia a comportarse de forma no ética? Evidencia previa señala a dos factores primarios: el poder parece reducir las inhibiciones y producir un egocentrismo mayor que el promedio.
 
Foto: Getty
 
La gente sin inhibiciones es menos propensa a respetar las normas sociales, mientras que el auto enfoque tiende a hacer que la gente poderosa priorice sus necesidades sobre las de los demás. 
 
Por ejemplo, la gente que gana menos de 25,000 dólares al año dona 4.2 por ciento de su ingreso, mientras que la gente que gana más de 150,000, solo dona 2.7 por ciento.
 
Sin embargo, una falta de inhibiciones y un egocentrismo saludable también pueden ser ventaja. 
 
Un líder desinhibido se hará escuchar durante negociaciones y asegurará buenos tratos, objetará cuando presencie una injusticia y exhortará a sus compañeros de trabajo a comportarse éticamente. 
 
Un líder enfocado en él mismo tiende a ser bueno en obtener lo que necesita, incluyendo recursos dentro de la organización e influencia en el mercado.
 
¿Pero en qué forma pueden mitigarse los efectos negativos del poder (la tendencia a mentir y a hacer trampa)? Tenemos evidencia de que los líderes pueden aprender a “tomar perspectiva”. 
 
Pueden desarrollar el hábito de preguntarse ¿Qué piensa y quiere la persona frente a mí? ¿Qué parecería justo si estuviera del otro lado de la mesa? ¿Querría que esta decisión apareciera en la primera página de The Wall Street Journal? 
 
La toma de perspectiva puede enseñarse con ejercicios cortos o desarrollarse con capacitación.
 
El poder efectivamente podría tender a corromper, pero puede convertirse en una ventaja para todo mundo.
 
David Dubois es profesor asistente en INSEAD.
 
kgb 

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