Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

27 Dic, 2017

Pioneer

El Año Nuevo es, para todos, un momento de contemplación. O, bueno, quizá habría que decir “casi todos”. Porque hay quienes aprovechan esa celebración para algo más que el arranque simbólico de otra etapa de vida.

El autor de la frase inicial, el japonés
Nozomu Matsumoto, no cumplió esa sentencia en el primer día de enero de 1938, cuando decidió mudar su pequeña empresa de compostura de aparatos radiofónicos de la ciudad de Osaka a la capital, Tokio.

Matsumoto nació en 1905 en Kobe. El ser hijo de un misionero cristiano debió determinar que algunas decisiones relacionadas con su vida laboral mostraran una notoria influencia religiosa. Un ejemplo es el primer nombre que le puso a su taller, Fukuin Shokai Denki Seisakusho, que significa algo así como Compañía Evangélica de Sonido Eléctrico, y en el cual reparaba dispositivos, en su mayoría importados de Occidente.

Pero Matsumoto quiso ser el creador de sus propios desarrollos. Y, como fervoroso amante de la música que fue, enfocó su talento tecnológico a la invención de un dispositivo que permitiera a sus paisanos experimentar con el sonido sensaciones profundas, como él pudo hacerlo con un modelo Philco que le llegó de Estados Unidos.

Así, en 1937 creó su propia bocina dinámica de alta fidelidad, un artilugio en forma de cono que se vendió comercialmente con el nombre de Pioneer, y cuya caja mostraba un logotipo formado por la letra griega omega —que, gracias al físico Georg Simon Ohm, simboliza la resistencia eléctrica— y un diapasón musical. Al igual que otras empresas japonesas de tecnología, Fukuin se expandió durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial gracias a la fabricación y venta de componentes y piezas electrónicas, aunque su especialidad siempre fue el audio. Su crecimiento le permitió cotizar en bolsa y para 1961 Matsumoto decidió que la compañía dejara atrás su nombre de inspiración divina y se llamara simplemente Pioneer.

Pero el nombre no sólo alude a la primera obra de Matsumoto, sino que pretendía documentar la vocación de esa empresa por construirse sus propios nichos de mercado por medio de la innovación. Así, la cronología oficial de Pioneer presume que en 1962 esa marca presentó el primer sistema estereofónico de bocinas separadas y desmontables, a diferencia de los modelos de una sola pieza, mientras que en 1975 introdujo el primer sistema estereofónico para automóvil. En ambos rubros impuso estándares.

Los videos y textos publicados por las páginas web de Pioneer en varios países documentan no sólo sus logros tecnológicos, sino la vocación casi mística que guió a
Matsumoto, quien estableció como fecha oficial de la fundación de la compañía el 1 de enero de 1938.

Es posible encontrar en YouTube el discurso con el que Matsumoto conmemoró el 50 aniversario de la empresa, justo en el arranque de 1988. Frente a sus trabajadores mencionó la frase con la que comienza esta columna y rememoró la travesía iniciada medio siglo antes, cuando él y su familia partieron en un tren nocturno hacia la capital nipona, casi como si fueran a un picnic. Les confesó que, visto a la distancia, resultaba sorprendente la confianza que había tenido en sí mismo. Por lo mismo, los conminó a tener sus propios ideales de cómo debería ser Pioneer en sus siguientes 50 años: “Cuidémonos a nosotros mismos para que podamos hacer realidad nuestras esperanzas”. De esa etapa ya le tocaría ver muy poco, pues murió seis meses y medio después.

Aunque también son destacables las aportaciones de Pioneer a las tecnologías del video casero, su huella más profunda en 80 años —que se cumplirán el próximo lunes— la ha dejado en los productos para hacer más placentero el viaje en automóvil. No es gratuito, por tanto, que el ideario de Matsumoto quedara plasmado en un desplegado publicitario titulado The Car Stereo Revolution, que aparece en la revista Billboard del 17 de junio de 1972.

Ahí se describe al señor Nozomu como un hombre bendecido con tener una imaginación extravagante, un genio de la electrónica con un profundo amor por la música y apasionado por la perfección. Esta última convicción lo hizo trabajar para resolver lo que consideraba un déficit de la industria, que se había enfocado preferentemente en los sistemas de sonido para el hogar, pero que no invirtió lo mismo para proporcionar el mismo placer mientras se viaja en coche.

Esta carencia lo molestó tanto que se puso a trabajar duro y experimentar para hacer honor al nombre de su compañía y crear un sistema que aprovechara los casi recién inventados circuitos integrados para disminuir al máximo distorsiones y ruidos al momento de reproducir las cintas.

En síntesis, aquellos anuncios prometían, en nombre de su fundador, el más grandioso sonido estereofónico sobre ruedas. Casi una experiencia religiosa.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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