Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

14 May, 2019

¿Con eso tendremos la educación de calidad requerida?

La semana pasada –la del 6 al 10 de mayo– ofreció, a todo aquel interesado en tomarlas, varias enseñanzas valiosísimas; todas, directa o indirectamente, tienen que ver con la visión que tienen de la educación pública el gobernante y su equipo y también, tragedia mayor, la casi totalidad de los integrantes de ambas Cámaras del Congreso de la Unión.

Sin temor a equivocarme, afirmo que en los Congresos de los estados veremos el mismo espectáculo grotesco visto en el Congreso de la Unión: la aritmética en lugar de la razón y el número en vez del argumento. Veremos, una vez más, la tragedia que significa para el país y su futuro vencer en lugar de convencer.

¿A quién, aquí y ahora, en verdad le interesa cambiar el pésimo estado que guarda la educación que imparte el Estado mexicano? ¿Acaso alguien en su sano juicio con dos dedos de frente está dispuesto a denunciar la larga cadena de complicidades y corruptelas entre las organizaciones que dizque representan al magisterio y quienes representan –en una forma u otra–, al Estado mexicano?

Es más, ¿cuántos de los que se rasgaron las vestiduras en las tribunas de ambas Cámaras –y se las rasgarán en los recintos de los 31 Congresos locales y en la Asamblea Legislativa de la CDMX–, tienen un panorama medianamente claro y objetivo de lo que es hoy en el mundo la educación, y el nivel que exige de maestros, estudiantes y autoridades? Las preguntas anteriores podrían ser seguidas por decenas o centenas más de índole similar y la respuesta, con ligeras variantes, sería la misma: ¡Casi nadie!

En consecuencia, ¿cómo esperar que cambios parciales, no siempre los adecuados, y concesiones a las peores organizaciones de lo peor de los maestros, vayan a proporcionar una educación de calidad y contenidos adecuados con las exigencias de las nuevas realidades que priven en México y el resto del mundo?

¿Quién en su sano juicio podría albergar la mínima esperanza de que una avalancha de discursos demagógicos (escuchen, si se atrevieren, el pronunciado por la senadora del PRI) van a traducirse en una educación de calidad y con contenidos acordes con las exigencias de la realidad presente y futura del país, no digamos ya del resto del mundo?

De estar de acuerdo con lo planteado, le preguntaría a usted en su calidad de padre de familia: ¿En verdad piensa que con ese engendro sin forma aprobado, cuyo objetivo único es el de pagar facturas pendientes a esos delincuentes de la CNTE, la CETEG y la Sección 22 y el SNTE, México tendrá la educación pública que la realidad exige desde hace decenios?

De responder negativamente a esta última pregunta, ¿por qué entonces no ha protestado? ¿A qué se debe que no haya acudido a la oficina distrital de su diputado Federal, o a las de los senadores de la entidad donde reside, para exigirles cuentas por el voto emitido?

¿Acaso veremos, una vez más, nuestro conocido importamadrismo? De proceder así, ¿qué autoridad tendríamos mañana para protestar cuando, tanto la CNTE como organizaciones delincuenciales similares recuperaren los privilegios que todavía hace poco disfrutaban? ¡Pobre México!

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