Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

7 May, 2020

¿Cuándo unos dirán no, y otros dirán sí?

Una actividad que le recomiendo encarecidamente realizar por las mañanas —de lunes a viernes—, es la lectura de la Bitácora, de Pascal Beltrán del Río, en Excélsior; de hacerlo, cuando menos lo llevará a pensar en lo leído. Podría no coincidir con él, pero no evitar pensar en lo que escribió.

Este lunes, el título mismo (“Decir que no”) ya es un reto; en los tiempos que corren, atreverse a “decir que no” es un deporte extremo. Sin embargo, como en muy pocas ocasiones, hoy es de suma importancia decir no a una insensatez u ocurrencia dañina para el país y su economía. De atreverse a hacer lo que le pido, aquí podría leer ese “Decir que no”: https://www.excelsior.com.mx/opinion/pascal-beltran-del-rio/decir-que-no...

Ahora bien, así como hoy tiene una gran importancia decir no a los desatinos del poderoso, igual de importante es ver la otra cara de la moneda: decir que sí. Veamos.

Decir que no, se refiere a la conducta, éticamente obligada, del servidor público tal y como lo detalla Pascal Beltrán del Río; frente a esta negativa a aceptar con un silencio cómplice dañar al país de múltiples formas, está la obligación del ciudadano —ética también—, que en el ejercicio pleno de su libertad, debe “Decir que sí”.

Decir que sí se equivoca el poderoso; que ésta o aquella política pública sí causa un daño al país y su economía, es también una obligación ética del ciudadano. ¿Cómo aceptar impasible la ocurrencia del poderoso, sin decir que sí causa un daño a las ya de por sí débiles finanzas públicas? ¿Por qué callar para no decir que sí, que esos proyectos inviables dañan al país?

¿Por qué voltear a otro lado y hacer como que no escuchamos las ofensas y amenazas a agentes económicos privados sin que la Fiscalía presente, como sería su obligación, elementos probatorios a la autoridad judicial que es la única —constitucionalmente hablando—, que puede manifestarse sobre la inocencia o culpabilidad del defenestrado por el poderoso en turno?

La democracia obliga a ambos; tanto al servidor público a “Decir que no”, como a los ciudadanos a “Decir que sí” sobre dos temas diferentes; el primer caso (Decir que no) tendría que ver con las decisiones equivocadas del gobernante y el segundo, con lo que el ciudadano juzga equivocado de la gobernación, y dañino para el país.

De ser servidor público le preguntaría: ante lo que hubiese considerado una decisión dañina para el país, ¿se atrevió a decir que no? Por el contrario, prefirió —con su silencio cómplice—, exhibir su falta de ética y abierta disposición a contemporizar con la incapacidad y soberbia del poderoso?

Ahora pregunto al ciudadano: ¿se ha atrevido a comentar con los suyos el daño que nos han causado tantas ocurrencias? Asimismo, ¿no ha dicho que sí nos afectan los proyectos inviables los cuales, por decir lo menos, agravan las ya de por sí débiles finanzas públicas?

*

Si no se ha atrevido a decir que no al poderoso, o no ha dicho que sí nos dañan las ocurrencias y proyectos inviables, ¿cómo responderá mañana a hijos y nietos cuando le reclamen su silencio cobarde y cómplice de hoy? ¿Les dirá que prefirió ser la vergüenza familiar, no el orgullo?

 

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