Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

30 Abr, 2019

¿De allá vendrán los grandes cambios? (1)

Uno de los conceptos que más sentido ha perdido en las nuevas condiciones creadas por la globalidad en la era de las economías de mercado es el de la soberanía. Los que recurren a ella para todo, incluso antes de ir al baño, son los políticos que, para ser benévolo con ellos diría, viven en el antepasado; piensan –y por desgracia algunos de ellos también actúan–, como si el segundo decenio de este siglo lo fuere del Siglo XIX.

Su incapacidad analítica y el desconocimiento de la historia económica del mundo (desde cuando menos los últimos años del Siglo XIX), les han hecho creer que prácticamente nada ha cambiado en los últimos 120 o 130 años. Su instrumental analítico quedó –desde hace años– arrumbado en el basurero de la historia y ellos, dada su ignorancia y pereza intelectual para ponerse al día, venden hoy la baratija de que el antepasado es el mejor de los futuros.

Por fortuna para quienes padecemos sus decisiones y visión que tratan de poner en práctica cuando, como consecuencia de la ignorancia de decenas de millones de electores y la ideologización enfermiza que a no pocos atonta –para no escribir un verbo más eufónico que ofendería los castos oídos de los políticamente correctos–, llegan al gobierno, la globalidad y la interdependencia entran en juego para corregir algunas trabas estructurales y eliminar de las leyes lo que impide la modernización sin miramiento alguno.

El ejemplo más reciente de esto último es, no otro que el relacionado con el proceso legislativo para llevar a cabo un conjunto de reformas a ese monumento al absurdo que es la Ley Federal del Trabajo, ley reglamentaria de ese otro gran obstáculo a la modernidad económica que es el artículo 123 de la Constitución vigente. Dejo de lado los desfiguros y maromas verbales de funcionarios y legisladores para decirlo con todas sus letras: Estas modificaciones son una condición impuesta desde el exterior, para que el proceso de aprobación del T-MEC siga adelante.

No es el conjunto de modificaciones que hoy aprobará el Senado y aprobado ya por los diputados, resultado de luchas obreras o presiones de estos o aquellos sindicatos, menos de la visión transformadora de este gobierno y sus paniaguados. Es, debemos decirlo, una orden, la cual debe acatarse sin chistar por el Estado mexicano.

¿Dónde está la tan cantada soberanía? ¿Dónde la defensa de la patria y la furris dignidad que dicen tener?

Lo único que queda es la cruda realidad de la interdependencia y sus reglas las cuales, debe acatar todo el que quisiere jugar en esa liga; también, la hipocresía y pequeñez de los que se presentan hoy como los nuevos salvadores de este sufrido país.

¿Qué nos enseña este episodio acerca de lo que somos y de nuestra clase política?: Que abunda la ignorancia e incapacidad para entender lo que representan para la gobernación la globalidad y la interdependencia económica, y la cobardía para tomar decisiones impopulares y dolorosas pero imperativas. Y lo mejor: Los cambios para modernizarnos vendrán –como éste–, de Estados Unidos y Canadá.

¿Quién en su sano juicio se atrevería a negar esto último?

 

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