Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

31 Ene, 2019

¿De dónde sacarían el dinero faltante?

A estas alturas, ¡vaya velocidad de la 4T!, ya ha quedado claro que los fondos disponibles para este año no alcanzarán a cubrir tantas necesidades las cuales, lejos de reducirse en número y monto, cada día aumentan en ambos rubros.

Loable sería una actitud de prudencia y mesura en lo que se refiere a la escasez, cada vez más evidente, de recursos monetarios; sin embargo, vemos todo lo contrario: ¡A gastar, a gastar, que el mundo se va a acabar! Ante situaciones y conductas como las que vemos aquí y ahora, sólo hay tres salidas: más deuda, nuevos impuestos o elevación de las tasas de los vigentes, y recortes equivalentes al gasto público.

Las preguntas que ya muchos plantean podríamos resumirlas así: ¿Qué camino de los tres escogerán? ¿Acaso optarán por una combinación? Al margen de lo que decidan, queda claro que, en materia de austeridad y sensatez en materia de salud de las finanzas públicas, las cosas serán complicadas por decir lo menos.

¿Dónde habrían quedado los compromisos de no contratar más deuda y operar las finanzas públicas sin déficit? En el lugar que yacen hoy, otras de tantas promesas incumplibles: en el basurero de la historia. Lo prometido pues, en materia de finanzas públicas es ya, para decirlo claro, un sueño que cual pompa de jabón, estalló y desapareció.

De ser objetivos, podríamos afirmar que las cosas —al menos este año—, más o menos las sobrellevaremos; los problemas graves los deberemos enfrentar a partir de la elaboración del Paquete Económico a entregar, a más tardar, este 8 de septiembre; es decir, aparecerán en los Criterios Generales de Política Económica, la Iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2020.

A lo largo de los cientos de páginas del Paquete Económico habrá un montículo hecho de los pedazos de no pocas ilusiones juveniles; pedazos por acá y por allá de tanta promesa incumplible y programas sin sustento, es lo que quedará de aquéllas. Este panorama no debería, en modo alguno, sorprendernos; ese resultado es lo que se obtiene cuando, en vez de una utilización eficiente de los recursos públicos, se busca solamente generar nuevas clientelas políticas y reforzar las existentes.

¿Es posible entonces, con apenas dos meses de este gobierno, elaborar un pronóstico así de trágico? Me atrevería a decir que, dada la altísima predictibilidad de las conductas del gobernante y sus funcionarios, cuyas visiones de la gobernación y del desarrollo siguen ancladas en las recetas de los años sesenta del siglo pasado cuando, para decirlo claro, el gasto púbico era el Mentholatum que curaba todo.

Aquí y ahora, es de tal magnitud la transparencia de este gobierno en cuanto al despilfarro del gasto y su utilización ineficiente, que me atrevo a afirmar que aún antes de la toma de posesión, ya habían telegrafiado su fracaso.

¿Qué será entonces del resto del sexenio? La respuesta o la parte esencial de la misma, diría que está en lo que fue la Docena Trágica: pleitos absurdos con los inversionistas privados, gasto público altamente ineficiente y un despilfarro criminal y por si esto no fuere suficiente, elevadas tasas de interés e inflación.

¿Piensa que esto no podría pasar otra vez en México? ¿En verdad lo piensa, o es la expresión que refleja su temor al futuro que nos espera? ¿De dónde tomaría usted argumentos para presentar un panorama diferente del que aquí describo? ¿En verdad piensa que López se moderará en cuanto al gasto público se refiere, y manejará las finanzas públicas con prudencia? 

En esto de la gobernación, son más los dichos y promesas incumplibles que los hechos y el compromiso real con el mejor futuro del país que le tocó gobernar. ¿Qué veremos entonces? ¿Un gobernante transformado que daría, dada la realidad que ya empieza a enfrentar, un giro de 180°.

 

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