Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

15 Ene, 2019

De prolongarse lo que vemos, ¿qué explicación darían?

 

Para nadie es ya un secreto lo que enfrentan, en materia de abasto de las dos gasolinas y diesel —en no pocas ciudades del país—, tanto los automovilistas como las empresas de transporte de carga y pasajeros. Es más, de vivir usted en ciudades donde el abasto de combustibles no es un problema, no se salvaría de los efectos del desabasto de mercancías diversas, de continuar lo que hemos padecido estos últimos 10 o 12 días.

Ayer comenzamos otra semana de padecer los inconvenientes de la que es, sin duda, una buena intención por parte del gobierno actual, pero una pésima estrategia para resolver un problema. Algo que no deberíamos olvidar —gobernantes y gobernados— es que, en materia de la gobernación, no está permitido escudarse (lo que significaría esconderse) en las buenas intenciones para eludir la responsabilidad por las malas decisiones y las pésimas políticas públicas. En ambos casos, nadie en su sano juicio podría cuestionar la ineludible obligación del gobierno de combatir el delito; lo que sí debe señalarse en todo momento es que aquéllas deben ser puestas en práctica de manera responsable, con la debida comprensión de las causas del problema y de las consecuencias de diversa índole de las medidas a tomar.

Un gobierno (y su gobernación), tampoco lo olvidemos, es juzgado por los resultados que se obtienen con sus decisiones y políticas públicas que aplica. Las buenas intenciones son encomiables, no cabe duda, pero no lo son todo; importan, pero los resultados son prácticamente todo. La sabiduría popular lo ha dicho con claridad meridiana: El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones y también, hechos son amores, no buenas razones.

Quienes estén familiarizados con el servicio público saben de la importancia que reviste, antes de la ejecución, la planeación y la logística que permitirían una acertada puesta en práctica de lo planeado. Como dicen los militares: Una vez definida la estrategia, la táctica lo es todo. Las grandes ideas y los planteamientos espectaculares nada son sin los detalles modestos, pero decisivos; sin la definición precisa de los pasos a seguir y de las medidas a tomar, en caso de que los planes enfrenten —a la hora de llevarlos a la práctica— eventualidades que, de no haber sido visualizadas, echarían todo a perder.

Hoy, lo que vemos ratifica lo dicho en los últimos párrafos; ¿qué y/o quién falló? ¿Quién no hizo su trabajo y por qué? ¿Descuido o incapacidad? ¿Irresponsabilidad o soberbia? ¿Valemadrismo o inexperiencia? Al margen de las causas de lo que hoy padecemos, es claro que lo sucedido tiene responsables que deben enfrentar las consecuencias de sus decisiones. Ante daños de la magnitud alcanzada, no es admisible que los responsables sigan en sus puestos.

Hoy, ante los palos de ciego vistos estos últimos días, es difícil pensar que la situación generada volverá en poco tiempo a la normalidad acostumbrada en materia de abasto de gasolinas y diesel. ¿Qué pasaría de continuar, dos o tres semanas más, lo que a la fecha hemos visto y padecido en cuanto al abasto de mercancías diversas y artículos perecederos? ¿Qué pasaría con decenas de miles de empleos? ¿Cuántos días más aguantarán los automovilistas inmovilizados en las estaciones de servicio sin que surja la violencia?

Ante el despropósito de festinar la actual estrategia fallida como si fuere un segundo rescate de la riqueza petrolera, habría que señalar que lo hecho por Cárdenas fue expropiar los activos de las empresas petroleras, pero no el petróleo que ya era —y lo es hoy también— de los mexicanos. Hoy, lo que se pretende es combatir un delito, no rescatar la riqueza petrolera, la cual, hasta donde sé, nadie pretende robársela.

¿Por qué no reconocen que la estrategia fue fallida y corrigen los errores cometidos? ¿Mucha soberbia, poca humildad?

 

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