Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

5 Nov, 2019

De qué se trata, ¿de destruir lo logrado?

Pues sí, de eso se trata ni más ni menos; todo así lo deja ver. Los que viven en el pasado —y no pocos en el antepasado—, en modo alguno están dispuestos a entender que deben modernizarse y participar así en el proceso de construir un mejor futuro para todos. No lo hacen y, con ello, ratifican su deseo de entablar una lucha perdida de antemano en contra de la historia y el progreso.

Para ellos, así lo deja ver su conducta que sólo destruye por destruir, lo único que realmente les importa es acabar con todo aquello que huela a avance en la dirección correcta. Lo hacen movidos por una reacción casi animalesca que parece decir que no están dispuestos a permitir que los más vean, que es posible avanzar sin destruir. Ellos, desde su visión de pasado, le temen al futuro y a los cambios que estimula; de ahí su lucha en contra de todo lo que exhibe su intento retardatario y el retroceso.

Eso es lo que vemos en no pocos países en América Latina en años recientes, que hoy se deja ver en Chile y en las elecciones en Argentina, y hace unas semanas en Ecuador y Perú.

Lo de Bolivia es, sin eufemismo alguno, querer repetir burdamente el proceso venezolano, pero con características propias que mueven a risa debido, fundamentalmente, a un indigenismo hipócrita que sólo queda en parodia, pues los bolivianos están frente a un dictador pueblerino, enloquecido por las mieles del poder.

Hoy, esos grupos y quienes los estimulan basan su estrategia en el aferrarse a lo viejo, a lo que demostró ser inviable una vez que los recursos se agotan y la deuda contraída genera la peor debacle que ese país imaginó.

Hoy, por si faltare algo, los electores argentinos dan un salto al antepasado; siguen aferrados a querer vivir sin trabajar alimentados de ilusiones, de dádivas sin sustento y en la corrupción generalizada e idolatrando a los destructores de su país: Perón y Evita y los Kirchner.

Pretenden borrar la historia de los daños causados por la pareja destructora que fue Perón y Evita, cuya pésima copia fue el matrimonio Kirchner, el cual, hoy lo revive la viuda que regresa por sus fueros a destruir lo que queda de Argentina. ¿Más ejemplos? La Cuba de los Castro y la Nicaragua de Ortega y Murillo.

¿Qué tan a salvo estamos aquí, de ser una cuenta más en ese rosario de regresos al pasado? De atenernos a la conducta de nuestros electores exhibida hace más de un año, y dada la mantenida a la fecha ante un gobierno que no atina una, mejor convendría desechar toda esperanza y encomendarnos al Todopoderoso y también a la Virgen (¿MORENA?).

Para reforzar la necesidad de recurrir a lo divino, bastaría analizar la conducta del sector empresarial, y la de lo que pomposamente llamamos la intelligentzia (Elite intelectual de la nación reconocida y cercana al poder. Dirige el campo científico, literario, artístico y con mayor frecuencia tiene un impacto mediático importante) mexicana.

De hacerlo sin dilación alguna, sería obligado encomendarnos a los que señalo al final de aquel párrafo porque esta degradación profunda no se detendrá antes de llegar al fondo del precipicio.

¡Pobre México!

 

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