Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

20 Ago, 2019

¿En serio, la ignorancia hará crecer la economía?

Un efecto perverso del modelo de desarrollo hacia adentro que mantuvimos más allá de lo recomendable fue no prestar atención a la preparación y experiencia profesional de los funcionarios, tanto del gobierno federal como de los otros dos órdenes de gobierno.

Las características mismas del modelo (aislamiento del resto del mundo) dieron por resultado que la gobernación resultara relativamente fácil, dados los pocos intercambios con el exterior, tanto en lo económico y comercial como en lo político. Éramos, para todo fin práctico, una isla muy alejada de la tierra firme; por ello, podíamos darnos el lujo de cometer errores y sus consecuencias, no traspasaban los límites del territorio nacional.

Sin embargo, a partir del año 1987 –cuando el viejo modelo cayó hecho pedazos–, se registró en México un cambio de 180 grados; el aislamiento se convirtió en interdependencia con el resto del mundo, y de inmediato nos debimos incorporar a la globalidad de manera decidida.

A partir de ese salto cuántico, la gobernación se hizo más compleja por lo que, la experiencia y calificación profesional de los altos funcionarios en los tres órdenes de gobierno fue un requisito prácticamente ineludible. Si bien no se exigía la contratación de genios, al menos sí contar con conocimientos del área que encabezarían.

Poco a poco el nivel fue elevándose; aunado al servicio profesional de carrera fuimos, como país, calificando a miles de funcionarios quienes, además de especializarse en una u otra área de la administración pública, fueron estimulados
para permanecer en el sector público por años.

Esa visión, formar una burocracia con experiencia y altas calificaciones yace hoy en el olvido; esto, como consecuencia del enfoque que aplica este gobierno:
despedir a todos los cuadros especializados con años de experiencia en el
sector público.

Por motivaciones ideológicas y políticas, un muy alto porcentaje de los cuadros formados a lo largo de años –con cargo al erario– fue despedido sin consideración alguna. ¿Con quiénes los reemplazaron?
¿Acaso hubo una selección rigurosa para poder contratar a los mejores y más experimentados cuadros, los cuales vendrían a elevar la calidad de las
estructuras burocráticas?

De ninguna manera; las designaciones, no selección, tanto en los niveles más altos del gobierno como en los dos o tres siguientes, estuvieron basadas –casi en su totalidad–, en cualidades ideológico-políticas sin tomar en cuenta que carecían de toda experiencia en los asuntos y funciones
que desarrollarían.

Hoy, los resultados están a la vista. El problema, más que la curva de aprendizaje es otro: un nulo conocimiento de la administración pública por parte de los más y la inexperiencia laboral en el aparato burocrático de un altísimo porcentaje de los nuevos funcionarios, quienes, imposible negarlo, han exhibido una incapacidad sorprendente para aprender debido a su bajo nivel académico y sus grandes
limitaciones intelectuales.

Ante esta realidad, ¿quién en su sano juicio afirmaría que México saldrá adelante con tanta ignorancia y con el total desprecio del conocimiento especializado?

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