Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

29 Ene, 2019

¿En verdad piensan que así vamos a crecer?

 

Es ya un lugar común afirmar que la economía mexicana se halla sumida –desde hace más de 30 años–, en tasas de crecimiento que rondan el 2.1%. Tal parece que lo nuestro –en materia de crecimiento del Producto Interno Bruto– es, no otro que la mediocridad.

En esos mismos años, para afrenta de nuestra clase política y no pocos sedicentes empresarios, decenas de países han registrado avances impensables y sorprendido al mundo con lo que han logrado. Esas profundas y radicales transformaciones estructurales han permitido a otros países y a sus gobernantes, cuando han estado verdaderamente interesados en el crecimiento de la economía de su país y la elevación de la calidad de vida de sus habitantes, tomar lo que es aplicable para lograr así, avances importantes.

Si bien no se trata de afirmar que hay una receta universal que posibilite el crecimiento, la inversión y la creación masiva de empleos formales, sí debe señalarse que hay algunas reglas generales las cuales, adaptadas a las condiciones específicas de cada país, posibilitarían tasas de crecimiento más elevadas durante períodos más largos.

Por otra parte, el hecho de que no haya una receta única que señale lo que debe hacerse en todos los países interesados en crecer más de lo que por años han logrado, no impide en modo alguno que haya algunas enseñanzas que nos dicen –y demuestran claramente–, lo que no debería hacerse.

Por lo demás, sin dejar de reconocer los fracasos, hay tantos éxitos obtenidos que es posible afirmar, sin duda alguna, que podemos encontrarlos en todas las regiones del mundo; no hay continente en los tiempos actuales, que se salve de la presencia de al menos un puñado de países que habrían logrado dar saltos espectaculares en cuanto a la modernización de sus estructuras económicas, y sentado las bases para lograr tasas más elevadas.

Por encima de los éxitos que ahí están para el que no esté ciego por razones ideológicas y quiera verlos, hay países que no sólo se resisten al cambio por razones de índole diversa, sino que algunos –muy pocos hay que decirlo– van más allá en su cerrazón al querer replicar el modelo de desarrollo mantenido en el pasado que demostró, indubitablemente, ser un rotundo y costosísimo fracaso.

De entre esos países que exhiben un rechazo al cambio con visión de futuro, está el nuestro; aquí y ahora, con base en una imagen nostálgica de una fantasía inventada por populistas aprovechados de la ignorancia o la sinvergüenzada de los que quieren vivir a costa del erario sin trabajar, pretenden regresar a un pasado idílico que nada tiene que ver con la realidad que México vivió durante decenios.

Esto último tendría que ver con lo que no debería hacerse en un país que quisiere avanzar con visión de futuro: intentar vivir del gasto público, el cual sería utilizado para dádivas mil y subsidios generalizados a grupos que, en no pocas ocasiones, no los necesitan.

Utilizar el gasto público, no para hacer crecer la economía sino para crear clientelas políticas nuevas o fortalecer las existentes, jamás ha llevado a país alguno a la modernización y al progreso. Por el contrario, lo que genera esta estrategia son crisis y quiebras que llevan a los países a ajustes costosísimos. México es buen ejemplo de ello; los doce años de Echeverría y López Portillo son, para decirlo claro, la enseñanza más clara y costosa que podemos tener. Los seis que vienen, ¿serán como esos doce?

¿Por qué entonces insisten en recrear ese pasado nefasto que bien conocemos? ¿Qué mueve al gobernante y los suyos en los tiempos actuales, a recrear –infructuosamente por fortuna– un pasado que tanto daño causó? ¿Es la ignorancia de la historia económica de México, o de la historia económica del mundo desde los años de la postguerra a la fecha? ¿Y por qué no, preguntaría, por corrupción para mantener privilegios?  

¿Qué piensa usted?

 

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube