Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

26 Feb, 2019

Muy fácil sería perder lo que tanto ha costado

Es un lugar común –desde hace varios decenios–, afirmar que lo difícil, lento y costoso es construir una imagen positiva para un país, pero lo fácil, rápido y sin costo es destruirla.

Para un país como el nuestro, cuya religión es la violación sistemática de la ley, lograr después de años de trabajo e invertir montos elevados de recursos para que se le reconozca como un destino aceptable y confiable para las inversiones, es un activo cuyo valor es imposible de cuantificar.

La importancia de dicho logro, para todo aquél que ve el crecimiento económico y la elevación de la calidad de vida como consecuencia de aquél, es blanco hoy de una ofensiva de los vividores y adoradores del gasto público. Estos, los presupuestívoros y los gastólatras, trabajan para hacer del gasto público la única palanca en materia de crecimiento y desarrollo.

La llegada de un gobernante, cuya visión coincide completamente con la de aquellos, ha empezado a traducirse en varias políticas públicas y decisiones que han revivido a varias organizaciones que han vivido durante decenios, en calidad de muertos vivientes.

Hoy, los principales manipuladores de organizaciones fantasmales, rejuvenecidos por la retórica populista de López y sus promesas de subsidios indiscriminados y dádivas, salen de sus sarcófagos para retomar el saqueo del erario y la manipulación de millones de miserables.

Los grupos más vulnerables son, tragedia producto de la visión agraria plasmada en la Constitución de 1917, millones de campesinos miserables que apenas sobreviven en la peor de las marginaciones y en el abandono a los que los ha condenado, una legislación aceda y caduca para beneficio de esa plaga llamada líderes campesinos.

Hoy, en varias regiones del país –particularmente en las que practican una agricultura comercial–, han empezado a aparecer organizaciones osificadas y corrompidas las cuales, cual cadáveres insepultos y con sus líderes al frente, pretenden revivir prácticas propias de los años setenta del siglo pasado para seguir acrecentando su ofensiva riqueza.

Esos vividores, enriquecidos a costa de la miseria casi eterna de millones de hombres del campo, pretenden hoy chantajear, no únicamente con la exigencia de subsidios, sino que van más allá: ven condiciones favorables para exigir que sea revivido el reparto agrario y en el colmo de la insania, no falta el trasnochado que pretenda centrar el desarrollo del campo mexicano en el ejido al cual, ¡vaya locura histórica!, se supeditaría cualquier otro tipo de propiedad.

Esta amenaza, como dije, se advierte ya en varias regiones del país y se nutre –quién lo diría–, de las ocurrencias y propuestas descabelladas e inviables que el actual gobernante hace a lo largo y ancho de la geografía nacional. De los precios de garantía a varios productos pasando por la entrega de créditos a la palabra que serían liquidados con crías, llega al despropósito de financiar la siembra de árboles en áreas cuyas condiciones climáticas hacen inviable dicha propuesta.

Hace unas cuantas semanas, lejanos se veían los tiempos de la demagogia echeverrista con su soberanía alimentaria y el torrente crediticio sin límites, ya ni hablar de los criterios obligados de rentabilidad de los proyectos; hoy, el presente gobierno ha revivido esa demagogia y promesas igual de inviables y, sobre todo, sin recato alguno dejan ver la motivación real de esas políticas públicas: la conformación de nuevas clientelas políticas para el partido cuya propiedad, absoluta y sin cuestionamiento alguno, pertenece a López y a sus hijos.

Muchos son los logros alcanzados en materia sanitaria animal y vegetal, que han hecho de algunas regiones del país áreas óptimas para la exportación; de seguir con la demagogia que a la fecha vemos de López y sus funcionarios, no sería extraño en modo alguno que los tiráremos por la borda.

¡Pobre país!

 

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