Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

2 May, 2019

Para cambiar, ¿hay que exigirlo desde el norte? (2)

Así terminé este martes la primera de dos partes relacionadas con las reformas a la Ley Federal de Trabajo que Estados Unidos y Canadá impusieron como condición ineludible, para continuar con el proceso de discusión y aprobación del T-MEC:

¿Qué enseña este episodio de lo que somos y de nuestra clase política?

Que abunda la ignorancia e incapacidad para entender lo que representan para la gobernación, tanto la globalidad como la interdependencia económica, y la cobardía para tomar decisiones impopulares y dolorosas, pero imperativas.

Y lo mejor:

Los cambios para modernizarnos vendrán —como éste—, de Estados Unidos y Canadá.

¿Quién en su sano juicio se atrevería a negar esto último?

La mejor enseñanza que podemos extraer de este episodio (que exhibió a nuestra clase política en no pocos aspectos, empezando por su ignorancia de lo que significa participar en la globalidad y su traducción en materia legislativa para adecuar nuestro caduco andamiaje jurídico a las nuevas condiciones del resto del mundo), es entender y aceptar una nueva realidad en relación con los cambios estructurales que son imperativos y urgentes en México:

Hay que pedirle a los legisladores de Estados Unidos y Canadá, que exijan se lleven a cabo porque de lo contrario, adiós NAFTA y T-MEC.

Duele decirlo, pero es la cruda y ofensiva realidad; nuestra clase política, específicamente este gobierno, quien lo encabeza y los integrantes de su gabinete, así como no pocos legisladores que defienden todo lo que López hace y dice sin importar el mayor de los ridículos y caer en la peor de las ignominias —la que se da cuando se inclina la cerviz ante el poderoso—, jamás se atreverán a llevar cabo los grandes ajustes a nuestro caduco y acedo andamiaje jurídico.

Tampoco López, menos los beneficiarios de este arreglo institucional absurdo que vive, desde hace decenios, horas extras, ni los partidos políticos, menos los sindicatos y los intelectuales.

Es más, menos los que deberían ser hoy la avanzada en cuanto se refiere a los grandes cambios y la modernización que sin ellos, México jamás será un país moderno: los empresarios.

¿Ya los vio buscando agradar a López?

El episodio de las reformas a la LFT, obstáculo de antología a derogar para actualizarla y ponerla en sintonía con el México que somos y seremos, nos ha demostrado en unos cuantos días que, de querer en verdad concretar los grandes cambios más que urgentes, pues de ellos depende la viabilidad como país, no tenemos otra vía que voltear al norte, a Estados Unidos y Canadá; al Congreso del primero, y al Parlamento del segundo.

¿Queremos poner al día todo lo agrario, y liberar de trabas estúpidas al campo mexicano para que llegue a ese espacio económico tecnología y capital, tragedia que refleja la visión corrompida de una clase política mezquina y pequeña e ignorante de las grandes transformaciones registradas en el planeta desde hace casi sesenta años?

De quererlo, preparémonos para viajar con frecuencia a Washington y a Ottawa para convencer a sus legisladores, y cancelemos las visitas a San Lázaro y al Senado para no perder tiempo.

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