Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

7 Abr, 2020

¡Por favor, desechemos toda ilusión!

Cada día que pasa se acumulan más y más evidencias de la incapacidad de este gobierno, tantas y tan graves son, que es imposible ocultarlas. Enfrentar el reto de la pandemia que nos golpea desde hace varias semanas ha sido, para este gobierno y quien lo encabeza, haber alcanzado su nivel de incompetencia.

Mientras eso se da en el frente del gobierno, fuera de él surgen las voces de no pocos ingenuos y de uno que otro oportunista, quienes plantean la necesidad de concretar la unidad en torno al Presidente. Ésta —así, en general—, se plantea con quien ni en sueños se unirá a otros, fueren quienes fueren esos otros.

El Presidente, a lo largo de su vida política, jamás ha mostrado interés real en unirse a otras fuerzas políticas para concretar objetivos comunes; menos todavía a personalidades democráticas y, ni pensarlo siquiera, si entre ellas hubiese alguna que lo rebasara en prestigio.

Lo que sí ha habido en la vida política de aquél, es la perversidad de aprovecharse de los otros para, una vez logrado su objetivo, traicionarlos y hacerlos a un lado para, otra vez, buscar nuevos ingenuos sobre los cuales encumbrarse para llegar a la meta que hace años se fijó: La Presidencia de la República. Por eso sorprende que políticos experimentados, pero ingenuos si no es que oportunistas, propongan hoy, como acto de fe, unirse con el Presidente. ¿A qué se debe esta propensión a querer forjar la unidad con quien la desprecia? ¿Unirse con quien lo único que busca son súbditos, siervos que se acomoden a sus ideas, las cuales, las más, están ancladas en los años setenta del siglo pasado, soportadas en un rosario de acedos clichés, hoy superados por la historia?

¿Qué explica entonces ese afán de unidad con el Presidente? ¿Acaso, como me respondió un buen amigo, es que hay que atender toda propuesta de unidad? ¿O quizás otros, no mi amigo, estarían buscando objetivos de otra índole, dada la difícil situación que las decisiones del Presidente han generado para algunos?

 

Como hemos podido constatar una y otra vez, el Presidente jamás ha compartido poder y toma de decisiones con alguien más, nunca como ahora ha estado tan aferrado al rumbo equivocado por él fijado y a la estrategia y visión del desarrollo que adoptó desde los años setenta del siglo pasado, cual si fueren las nuevas Tablas de Moisés.

Ahora bien, después del espectáculo del domingo, ¿qué seguiría? No otra cosa que aceptar que el Presidente no va a cambiar ni se moverá de sus posiciones, pues poco le importa el daño al país y su economía.

Para quien quiere a su país y un mejor futuro para los suyos, no está permitido ver impasible la aceleración hacia la debacle; menos seguir con nuestra apatía y valemadrismo sempiterno y tampoco actuar como que nada pasa pues de pasar, afirman algunos, a ellos y los suyos no les afectará.

 

Mañana, tengámoslo presente, cuando recuperemos algo de normalidad, cada uno recibiría lo que merece por su conducta de hoy. Habría castigos para los que, amparados en su riqueza, hubiesen buscado y busquen contemporizar con aquél cuyas ideas han sido la base de la destrucción de México. ¡Memoria, no amnesia!

 

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