Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

15 Ago, 2019

¿Por qué no combatimos la ineficiencia y la ineficacia?

El artículo 134 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice, en su primer párrafo: Los recursos económicos de que dispongan la Federación, las entidades federativas, los Municipios y las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, se administrarán con eficiencia, eficacia, economía, transparencia y honradez para satisfacer los objetivos a los que estén destinados.

Dejemos de lado —por esta vez— las otras tres condiciones y centrémonos en la eficiencia y la eficacia. La definición de cada concepto es, para algunos, la misma; sin embargo, eso no es así. Eficacia, para ponerlo en pocas palabras y de manera simple, significa cumplir con los objetivos y/o metas fijadas, es decir, con la capacidad o habilidad de hacer algo, pero no cómo lo hacemos.

Eficiencia es algo diferente; tiene que ver con hacer más con menos para decirlo coloquialmente; aquí, contrario a la eficacia, sí importa cómo, con cuánto y qué tiempo nos tome hacer algo. Dicho de otra manera, la eficiencia tiene que ver con la productividad.

Volvamos ahora a lo que mandata aquel artículo en lo que se refiere a administrar con eficiencia y eficacia los recursos de los que se dispone. Atenidos a ambos conceptos, la Constitución mandata que al invertir los recursos públicos debemos lograr dos cosas: cumplir con los objetivos y metas trazados y, hacerlo en el menor tiempo posible y con la menor cantidad de recursos de toda índole utilizados.

A pesar de la importancia de ambos conceptos, poco o nada es lo que hacemos para que sean los valores supremos que rijan la labor de funcionarios, gobernantes y servidores públicos cuando usan los recursos puestos a su disposición; es más, me atrevería a incluir en el párrafo transcrito del artículo, recursos de otra índole como los humanos y los materiales.

Ahora bien, ¿piensa usted que éste y los gobiernos anteriores, cumple y cumplieron con lo que mandata el artículo 134? La respuesta es no. Luego entonces, ¿a qué se debe que no prestemos la menor importancia al uso eficiente y eficaz de los recursos económicos, materiales y humanos de los que disponen el gobernante y sus funcionarios? ¿Acaso a la peor de las corrupciones, la que es producto de la ineficiencia y la ineficacia?

Hoy, López decidió centrar su oferta política en el combate a la corrupción. ¿Por qué mejor no combatir la ineficiencia y la ineficacia al usar los recursos económicos, materiales y humanos en la acción gubernamental? ¿A qué se debe esa priorización la cual, de tan general, son nulos sus efectos? Combatir algo que no es delito ni se puede medir, no promueve en modo alguno el uso eficiente y eficaz de los recursos puestos a disposición de funcionarios y gobernantes.

Es más, me atrevería a afirmar que, en tanto sigamos con ese combate ficticio a lo que es, si no imposible sí muy difícil de probar, la ineficiencia y la ineficacia serán las características de esta gobernación y de las anteriores.

Finalmente, por qué no pensamos un poco en esto: ¿Será que no combaten la ineficiencia y la ineficacia porque así permiten que la corrupción siga tan campante?

 

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