Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

19 Feb, 2019

¿Por qué no prepararnos para lo peor?

Una cualidad que nos distingue de otras sociedades es, además de temerle al futuro, la renuencia a empezar a prepararlo. Hemos sido educados para vernos como seres inmortales que siempre tendremos un empleo, y jamás padeceremos enfermedad alguna.  Sin embargo, el paso de los años y ya cerca de los sesenta descubrimos una dolorosa realidad: Somos mortales, perdemos el empleo y nos hemos convertido en viejos achacosos que cualquier vientecito nos manda a la cama. Hoy, cuando comento con un joven recién incorporado al mercado laboral, la necesidad de empezar a pensar en construir una pensión que le permitiría, al retirarse, disfrutar una vejez con dignidad que significaría contar con el 60% del último salario y asegurado el servicio médico, las más de las veces la respuesta es, si no la carcajada, sí el escepticismo.

Hoy, a pesar de vivir en un México con la población más escolarizada de su historia, la renuencia y apatía a pensar en el futuro es, por decir lo menos, preocupante. Lo es porque, sus efectos no únicamente se dejarán sentir en la esfera personal del que no preparó su retiro del mercado laboral formal sino para las finanzas públicas que deberán, se acepte o no, hacerse cargo de parte de la pensión de millones que hoy rechazan pensar en el retiro. Asimismo, las finanzas públicas deberán enfrentar qué hacer con los más de 30 millones de mexicanos que se mueven en la informalidad económica.

Largo rosario podríamos construir con las preguntas acerca de las causas de esa displicencia (Desaliento en la ejecución de una acción, por dudar de su bondad o desconfiar de su éxito) acerca de nuestro futuro. El tema a nadie gusta en los tiempos actuales; ni a legisladores y menos a gobernantes y tampoco, por supuesto, a decenas de millones de mexicanos apáticos que viven el momento. Su lema de vida es claro: El mexicano que vea más allá de los próximos tres días, es traidor a la patria.

Esta visión de vida sirve hoy, sin duda, a los objetivos de un gobernante cuya visión del desarrollo está anclada en el pasado, en los años de la Docena Trágica –1970 a 1982–; estos han sido los más dañinos en la historia contemporánea, tanto para el país como para su economía, y para decenas de millones de mexicanos. Este periodo anhelan repetirlo el que hoy gobierna y su equipo.

La tragicomedia que es pretender repetir lo irrepetible, es que esa visión de un México paradisíaco, en la realidad jamás existió. Esa utopía ha sido construida por razones ideológicas por quien gobierna, apoyado por un ejército de amargados que fueron desplazados del poder debido a su visión de pasado; como respuesta, con miras a regresar al poder, han construido un mito que venden hoy como el mejor de los futuros.

La baratija que construyeron ha sido comprada –debido a su ignorancia de la historia económica del país–, por decenas de millones de vividores del gasto público quienes, por encima de la experiencia acumulada en contrario, ven el gasto y las dádivas y subsidios como los únicos instrumentos que permitirían resolver los problemas del país.

Frente a la visión del gobernante y los suyos de tomar el gasto y un pasado que jamás existió, como los instrumentos que traerían dicha y felicidad a los mexicanos, mucho bien nos haría prepararnos para lo peor. Las transformaciones de los últimos decenios en el mundo han echado aquella baratija al basurero de la historia y hoy, ponerlas al frente de la gobernación nos llevará a la debacle.

Rechazamos el futuro pues le tememos; en consecuencia, nos negamos a ver las evidencias que están frente a nosotros, las cuales nos dicen vamos mal, vamos al precipicio. Por eso, más nos valdría pensar en lo que nos espera con la gobernación del actual gobernante y con sus políticas y decisiones que lo que buscan es, no otra cosa, que regresar la rueda de la historia a los años de la Docena Trágica.

 

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