Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

3 Dic, 2019

¿Qué sigue, más de lo mismo y la debacle?

No tengo duda respecto a la respuesta: se agudizará la grave situación que priva hoy en el país.

Sobre todo, seguirá la necedad de continuar sobre la ruta cuyo único fin previsible es la debacle y el hundimiento de la economía. Al mismo tiempo, no veo algo que me permita albergar ilusión alguna respecto a la crisis política que hoy, también, ya se gesta de manera acelerada.

Después de lo vivido hace dos días –como un ciudadano más en la marcha de El Ángel al Monumento de la Revolución–, espero equivocarme, el futuro de nuestro país luce, para decirlo sin eufemismo alguno, como jamás pesimista alguno pudo visualizar.

La pregunta entonces, frente a las reacciones que la marcha del domingo generó, el pobre espectáculo en la Plaza de la Constitución y los cientos de autobuses que, sin recato alguno, trasladaron a quienes ni idea tenían acerca de por qué viajaron al centro de la Ciudad de México, es muy sencilla: ¿cuánto tiempo aguantará esto que vemos y padecemos desde hace meses? 

¿En verdad hay personas que, ante lo que es imposible seguir ocultando y maquillando, juzguen factible sufragar permanentemente los “programas del malestar”?

¿Quién, en su sano juicio, se atrevería a asegurar hoy que habrá recursos para los tres grandes desatinos de este gobierno: Tren Maya, Dos Bocas y Santa Lucía? 

Sin embargo, no obstante los golpes de cruda realidad económica y financiera que el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno han recibido este primer año en el poder, ¿cómo podría alguien garantizar el éxito de la Reforma Fiscal que ya anunciaron? ¿En verdad piensan que podrán captar, de una economía en caída libre, los recursos que les permitiría continuar con tantas insensateces a las que he llamado los Programas del Malestar?

Lo visto el domingo es, no tengo duda, la primera imagen sin maquillaje alguno de un gobierno herido; ¿acaso no se dan cuenta que ya se les perdió el miedo? ¿Tienen idea de la magnitud que alcanzarán las próximas marchas? Los ciudadanos, con su perspicacia natural, ya se dieron cuenta –y tomaron nota– de la debilidad, más que evidente, de este gobierno.

¿Cuánto más aguantará esto? ¿Quién se atrevería, ante los datos irrefutables que demuestran la debacle de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, a afirmar que ambas son salvables simplemente inyectándoles recursos los cuales, debe decirse, no tenemos? ¿Quién podría negar la debilidad actual y el inevitable agravamiento posterior de las finanzas públicas?  ¿Quién en su sano juicio negaría el impacto de unas aportaciones pensionarias crecientes, casi exponencialmente?

Lo del domingo imposibilita detener la difusión de una realidad ya inocultable; ¿cómo podrían defender la exageración que es afirmar que al Zócalo capitalino asistieron doscientos cincuenta mil ciudadanos cuando, a lo más, ahí caben menos de ciento treinta mil personas?

¿Quién podría evadir la realidad que mucho los lastimó hace dos días cuando, sin las centenas de autobuses de acarreados, la Plaza de la Constitución habría lucido semivacía? ¿Cuántos habrían asistido, sin el atractivo de La Sonora Santanera?

Preparémonos pues, para más de lo mismo; también, ¿por qué negar la posibilidad?, para el coletazo de quien desde la ira y la soberbia se negará a rectificar.

 

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