Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

5 Mar, 2019

¿Qué tanto más aguantará el país y sus finanzas?

 

Una de las áreas del gobierno federal que más preocupación ha generado en los últimos años es el que hemos dado en llamar: Salud de las finanzas públicas. El que ésta se encuentre en condiciones óptimas o muy buenas se traduce, casi de inmediato, en una mejor calificación por parte de las tres empresas de calificación de deuda más reconocidas y respetadas en el mundo: Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch.

La buena calificación por parte de esas tres empresas, aun cuando algunos por su ignorancia o fobias ideológicas las minimicen o francamente desprecien, se expresa de manera concreta en una mejor tasa de interés para la deuda soberana de México y de las empresas dizque productivas del Estado (Pemex y CFE) y también, elemento no menor, en la preferencia que los fondos de inversión e inversionistas en general tendrían por los papeles mexicanos, lo cual se traduciría tanto en tasas más reducidas como en plazos más largos.

Sin embargo, la buena calificación de aquellas empresas no es producto de la simpatía de sus analistas hacia México ni tampoco, por supuesto, del temor a ser denostadas y ridiculizadas por el gobernante en turno que ve, en las reducciones de la calificación, una inquina personal hacia él. De la misma manera, contrario a lo afirmado por López, ninguna de esas calificadoras se manifiesta en torno a los pronósticos de crecimiento de la economía mexicana que elaboran instituciones especializadas y, menos aún, ellas mismas se dedican a eso.

Su función única, y es lo que buscan sus clientes, es calificar la capacidad de un gobierno o una empresa para cumplir en tiempo y forma sus compromisos en materia de deuda. Nada más, pero nada menos.

Hoy, después de las varias reducciones que de la calificación asignada a Pemex y al gobierno federal han hecho las calificadoras arriba mencionadas, los efectos negativos de ellas están a la vista: mayores tasas de interés de los papeles mexicanos y menor interés de los inversionistas y fondos de inversión para mantenerlos en su portafolio o, simplemente, adquirirlos.
      No de ahora, sino desde hace muchos años, no hay gobierno en el mundo cuyo gobernante, si tiene al menos dos dedos de frente, responda con insultos y burlas a la decisión de reducir la calificación que aquellas empresas hagan; por el contrario, la mínima sensatez obliga a investigar, primero, si la reducción tiene méritos porque, de ser así, habría que enfrentar las causas de aquélla y corregir para reducir o evitar los efectos negativos de la decisión de las calificadoras.
       ¿Qué tenemos hoy en México ante las reducciones de las últimas semanas? Una respuesta visceral del gobernante que lo único que produce, al proferir juicios carentes de todo sustento, es una gran preocupación por su escasa o nula comprensión del papel que juegan en la globalidad y la interdependencia económica dichas empresas.

¿Acaso nuestro gobernante piensa que actúan a contentillo del nuevo poderoso en turno? ¿Tan cerrada y obtusa es su visión del papel de esas empresas y de un sinnúmero de organizaciones multilaterales y centros de investigación que se dedican a analizar el desempeño de gobiernos y economías de manera objetiva, como un servicio que proporcionan a sus clientes o a los países que las conforman?

En consecuencia, si nuestro gobernante tiene profundas limitaciones para entender el papel de ésas y otras instituciones que analizan el desempeño de gobiernos y empresas, sus decisiones no serán —en modo alguno— correctas y positivas para el país y su economía. Por lo tanto, pregunto: ¿Cuánto tiempo aguantarán las finanzas públicas para caer en una crisis, con un gobernante así?

Es más, ¿cuánto tiempo aguantará el país con un gobernante cuya visión es prácticamente aldeana? ¿Podemos salir adelante con alguien que se lanza contra el mensajero, en vez de analizar si su mensaje refleja la realidad?

 

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