Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

26 Mar, 2019

¿Quién nos defenderá?

 

Una constante en las transiciones de un gobierno autoritario a uno democrático es el surgimiento y liderazgo de un grupo social,  el cual, sorpresa para muchos, se convierte en el abanderado del movimiento democrático. Este grupo, aun cuando parecería inusitado, las más de las veces no pertenece a alguno de los partidos políticos permitidos por el gobierno autoritario, sino que es una mezcla variopinta de ciudadanos cuyo objetivo es, no otro, que enterrar el autoritarismo y construir la democracia.

Hay otras transiciones, menos frecuentes, que van de la democracia al autoritarismo, sin embargo, en los tiempos que corren, ésta parece ser la dirección más popular. Éstas son las que, en vez de profundizar la democracia para corregir limitaciones y debilidades, buscan regresar al pasado autoritario, que tan feliz hizo a millones. Estos, por razones diversas, no se han adaptado a la vida democrática y a la economía que la complementa, la de mercado.

Estos movimientos regresivos son, sin maquillaje alguno, más que conservadores; son reaccionarios y retardatarios pues buscan, abiertamente o disfrazados de modernidad, conculcar los derechos alcanzados en la democracia para regresar al partido único y el gobierno unipersonal.

Para lograr sus objetivos –la regresión autoritaria y la economía donde el Estado jugaría el papel dominante–, los grupos que las promueven se apoyan en la ignorancia de buena parte del electorado y también, elemento no menor, en la propensión arraigada desde el viejo autoritarismo a pretender vivir de la dádiva y el subsidio generalizado.

Los que pretenden dicha regresión venden una ilusión atractiva para los pedigüeños y adoradores del gasto público como fuerza fundamental éste del crecimiento de la economía. Presentan el pasado como el mejor de los futuros. Es tanta la ignorancia y el deseo de vivir del presupuesto de millones que, a pesar de los años de apertura y competencia económica y política, caen rendidos y babeantes ante el ilusorio regreso del pasado autoritario, la economía cerrada y el aislamiento del resto del mundo.

Aquí y ahora, entonces, ¿quién encabezará la lucha en contra de la regresión autoritaria que busca llevarnos a ese imposible?

Es imposible, por evidente, que alguno de los partidos con registro encabece dicho movimiento; luego entonces, ¿serían los intelectuales los que encabezarían a grupos amplios de la sociedad para impedir la regresión autoritaria? ¿Podría ser esto posible cuando la aplastante mayoría de ellos apoyó y apoya calurosamente al que hoy encabeza el regreso al pasado?

Cuando la casi totalidad de los intelectuales opta por la regresión autoritaria, sólo quedan los empresarios para colocarse a la vanguardia de la lucha por impedir la regresión. Sin embargo, dada la complicidad exhibida hoy por casi todo el empresariado, fácil es concluir que, en vez de enfrentar al que busca el regreso autoritario ya optaron por el acomodo con el poderoso.

¿Quién defendería entonces la democracia de la regresión autoritaria, cada día más evidente y con más adeptos? ¿El Chapulín Colorado? ¡Pobre México!

 

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