El debate que hace falta en torno a una Política Industrial

Economía Real -
Esta renovada discusión sobre el tema ha brindado como frutos debates que van desde los fundamentos teóricos de la política industrial hasta los objetivos y la forma en que debe de ser diseñada para alcanzar dichos objetivos. Foto: Thinkstock
Esta renovada discusión sobre el tema ha brindado como frutos debates que van desde los fundamentos teóricos de la política industrial hasta los objetivos y la forma en que debe de ser diseñada para alcanzar dichos objetivos. Foto: Thinkstock

En los últimos años la política industrial ha resurgido a nivel internacional como un tema de interés dentro de la academia y poco a poco ha ido recuperando su lugar dentro de la discusión pública como herramienta de política económica válida para promover el crecimiento y la transformación estructural de una economía.

Esta renovada discusión sobre el tema ha brindado como frutos debates que van desde los fundamentos teóricos de la política industrial hasta los objetivos y la forma en que debe de ser diseñada para alcanzar dichos objetivos. En este último sentido resulta valioso recuperar  el debate que por escrito sostuvieron Ha-Joon Chang (Cambridge) y Justin Yifu Lin (ex economista en jefe del Banco Mundial) hace algunos años, pues en él se enmarcan dos posiciones relativamente opuestas sobre la política industrial y cómo debe de implementarse.

Para Justin Lin el objetivo de la política industrial debe der servir para que las empresas que se adecuen mejor a los recursos de la economía se desarrollen y crezcan, de tal forma que sean capaces de acumular recursos (humanos y tecnológicos) que a su vez permitan el desarrollo de otras empresas en otros sectores que requieran de esos recursos humanos y tecnológicos (Para más sobre el argumento de Lin, ver aquí)

El por qué debe de promoverse la ubicación de las empresas en las actividades que aprovechen de mejor forma los recursos de una economía se debe a que eso implicaría que las empresas gozarían de una ventaja comparativa frente al resto del mundo. Es decir, serían económicamente rentables frente a la competencia internacional y no necesitarían grandes esquemas de protección. De ahí que se diga que esta es la posición que promueve una política industrial de acuerdo a la ventaja comparativa de una economía.

¿Por qué las empresas no se ubicarían automáticamente en esos sectores sin intervención del gobierno? Esto se debe, de acuerdo a Lin, a la existencia de dos fallas de mercado en las economías en desarrollo. Por un lado, hay un problema de externalidades de información, en donde aquellas empresas que invierten en el desarrollo de nuevos productos o tecnologías pueden ver su innovación imitada por otras compañías, de tal forma que no sean capaces de obtener suficientes ganancias como para pagar el costo de la investigación que originó la innovación. Esto provoca que se invierta menos de lo óptimo en el desarrollo de nuevos productos o innovaciones. La otra falla del mercado es que conforme ocurre el desarrollo industrial y tecnológico de un país es necesario que también se desarrollen otros factores como son la infraestructura, el capital humano de sus habitantes y las instituciones legales para que el desarrollo industrial sea sostenible. Sin embargo, las empresas no pueden internalizar el costo del desarrollo del resto de factores, lo que abre espacio para la intervención del gobierno.

Sin embargo, para Chang, la política industrial debe de ir enfocada a desarrollar sectores que no necesariamente van de acuerdo a las ventajas comparativas de una economía. El argumento de Chang estriba en que el capital tanto humano como físico, tienen altos grados de especificidad de acuerdo a la actividad en que se invierten. Es decir, las máquinas y los conocimientos que se requieren para abrir una empresa productora de televisores no son las mismas que se requieren en una empresa que construye automóviles. Así, el que en una economía abunden las máquinas de ensamblaje de barcos (capital físico) no implica nada sobre la posibilidad de desarrollar un sector de ensamblaje de computadoras, aun cuando en términos agregados la economía poseería una ventaja comparativa en la producción de bienes intensivos en capital. Por tanto, el rol de la política industrial debe ser incentivar a que las empresas tomen el riesgo de instalarse en un sector nuevo y de facilitar su crecimiento, de tal forma que acumule el capital tanto físico como humano necesario para ser competitivo a nivel internacional. Si bien dicho apoyo debe de ser temporalmente limitado y con condiciones claras de operación. En ese sentido, la posición de Chang (expresada más a fondo aquí) es similar a la de Dani Rodrik en su libro “Una economía, muchas recetas”.

Como se ve, ambas concepciones tienen implicaciones diferentes sobre el tipo de “instrumentos” de política a usar y en general sobre cómo debe de diseñarse la política industrial. Es decir, son debates de incidencia directa en el diseño de políticas económicas. El problema es que en México esos debates no tienen la resonancia que deberían en buena medida porque buena parte porque sigue concibiéndose a la política industrial como algo inherentemente malo. Ejemplo de ello es lo que ocurrió con la “Ley para Impulsar el Crecimiento Sostenido de la Productividad y la Competitividad de la Economía Nacional”. Dicha ley era un intento mal diseñado de crear un esquema institucional mediante el cual revivir la política industrial (para un análisis sobre los errores en el diseño ver aquí). Lo interesante fue la reacción de algunos analistas (ver aquí, aquí y aquí) que de inmediato descalificaron la idea de recuperar la política industrial como herramienta para el desarrollo, sin molestarse en ofrecer argumentos al respecto.

Mientras en el mundo se recupera a la política industrial, en México no pocos se empeñan en descalificarla a priori por motivos ideológicos. Dado el estancamiento de la economía mexicana, habría que reexaminar si esa descalificación es lo más adecuado en este momento. 

*gl

Aclaración:
El contenido mostrado es responsabilidad del autor y refleja su punto de vista.
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