Edgar Amador

Edgar Amador

3 Ene, 2022

¿Qué esperar para las economías en 2022?

La economía global y la nacional estarán determinadas en este año que inicia por la trayectoria de la inflación y por cómo los bancos centrales, especialmente la Reserva Federal (Fed) reaccionen ante ella. En el escenario base, dentro de 12 meses estaremos viviendo tasas de inflación de alrededor de 2-3% en Estados Unidos y la tasa de interés habrá subido gradualmente hasta 1.5-2.0%. Un escenario alterno es que la inflación no ceda, y que tengamos una reacción violenta en los mercados financieros que descarrilen la recuperación.

La inflación había estado ausente del panorama global los últimos 40 años. En Europa, incluso, el problema inverso, la deflación, había sido el motivo de preocupación de su banco central. El regreso de la inflación pesca a la Fed en medio de unos estímulos monetario y fiscal extraordinarios que debe de retirar si no quiere seguir alimentando la reflación en el nivel de los consumidores.

Los colosales estímulos fiscal y monetario han sido aprovechados por los mercados financieros y han elevado los precios de bonos y acciones a niveles difíciles de justificar. Un ejemplo lo ilustra: en 2021 el índice S&P 500 marcó 71 cierres récords. Es decir, casi cada cuatro días, las bolsas de valores marcaban máximos, ignorando supinamente los riesgos sanitarios de covid y la inflación resurgente.

¿Será posible retirar el estímulo fiscal y financiero sin dislocar la marcha de los mercados bursátiles, causando en ellos pérdidas que impidan el necesario retiro de la liquidez?

Si la inflación no sigue remontando de los actuales niveles y dentro de algunos meses las tasas anuales comienzan a descender, la respuesta a la anterior pregunta es si los bancos centrales, la Fed, una vez más, habrán sido capaces de conducir un aterrizaje suave de la economía, lo cual será festejado por los mercados con nuevos máximos.

Pero quizá la suerte del aterrizaje no dependa de una variable financiera, sino del comercio internacional.

El actual repunte de la inflación parece tener dos causas, la primera es monetaria, la abundancia de liquidez, pero la segunda responde a las condiciones del comercio internacional, dislocado por los efectos directos e indirectos de la pandemia, pero también debido a la serie de disputas comerciales entre Estados Unidos y China, las dos mayores economías del mundo.

Respecto de la primera causa, los bancos centrales tienen una variada caja de herramientas para actuar. Respecto de la segunda, no hay mucho que éstos puedan hacer. Los días que corren están atestiguando dos fenómenos ausentes desde hace 40 años: la inflación y la reversión de la apertura del comercio.

Ambos han estado ligados íntimamente en las últimas décadas. La inclusión de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) fue quizá la fuerza deflacionista más importante, que ayudó a que las repetidas inyecciones de liquidez de la Fed para rescatar las economías, en 2000, 2007-2008 y de nuevo en 2020, no se correspondieran con rebotes inflacionarios.

¿Las tensiones político-militares entre China y los países occidentales significarían la reversión de la apertura comercial que tanto ayudó al anclaje de la inflación global? La respuesta no es clara y de ella depende en buena medida el curso de la economía en 2022.

Debido a que lo anterior es más materia del comercio y la política internacional que de la política monetaria, lo que la Fed y los bancos centrales puedan incidir será probablemente limitado.

El orden que ha prevalecido en el comercio internacional desde la entrada de China a la OMC había sido lineal y virtuoso para la cadena de suministros: una curva ascendente. Esta es la primera vez en casi cuatro décadas que podríamos ver una reversión en la liberación de los flujos comerciales y la reasignación de segmentos de la producción global fuera de China y el sureste asiático hacia otras zonas de la periferia (como México) o regresando a la metrópoli.

Este cambio en el estado de cosas puede ser gradual y virtuoso, o brusco y desordenado. Las instituciones que gestionan estos procesos son lo suficientemente sólidas para que ocurra de la primera manera, pero hay que estar atentos por si nos llevamos una sorpresa.

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