Edgar Amador

Edgar Amador

19 Jul, 2021

¿Se acuerdan de la política industrial? Regresó

Hace tres décadas, en México y en general en los países en desarrollo, hubo un cambio en la visión de las élites que gobernaban que implicó, entre otras cosas, el abandono de la política industrial, es decir, del intento deliberado, desde el Estado, de construir compañías nacionales capaces de competir internacionalmente en los mercados. Se concluyó entonces que “la mejor política industrial, era ninguna política industrial” y se dejó al sector privado asignar el capital entre los distintos sectores. Treinta años más tarde, los países que no se creyeron tal patraña son hoy quienes tienen la delantera en la economía global: China, el sureste asiático, Alemania y Estados Unidos.

La creencia religiosa de que el mercado asigna mejor el capital que los gobiernos tuvo un sustento: los ejemplos de inversiones estatales fuera de presupuesto y de poca utilidad eran tantas, que el costo para el sector público acabó desequilibrando las finanzas nacionales y obligó al Estado interventor a una retirada masiva de las empresas gubernamentales.

Pero que la mayoría de los ejemplos fallara no significa que no sea conveniente que los Estados tengan una política industrial. Un esfuerzo deliberado para impulsar industrias que se consideren estratégicas en los últimos años lo ha hecho China, Vietnam, Tailandia, Alemania, y nunca lo ha dejado de hacer EU.

Lo que está pasando y que volverá a pasar con el sector de semiconductores muestra la vigencia de una política industrial de nueva generación, y México tiene una gran oportunidad de dar un salto en este sector en donde, a diferencia del automotriz, el aeronáutico y el electrónico, no pinta mucho en la economía global.

El problema es el siguiente: hay una crítica escasez de chips en el mundo. Los microcomponentes de los cuales dependen industrias tan vitales como las comunicaciones, la salud, la automotriz y casi toda la vida moderna, escasean de manera dramática estos días.

La escasez de chips fue empeorada por la pandemia, cuando la complicada cadena de valor de este producto sufrió interrupciones en muchos segmentos debido a las restricciones de oferta causadas por el confinamiento.

Pero si bien la pandemia disparó la crisis de escasez de chips, ésta se venía acunando desde hace décadas y el confinamiento sólo la detonó. La causa tiene que ver con ese argumento simplista de que el mercado es quien mejor asigna los recursos.

Siguiendo tal premisa, un país y una empresa, resultaron ser eficientes para fabricar ese componente del cual depende la vida moderna: Taiwán Semiconductor (TSM), a lo largo de varias décadas fue degollando uno tras otro a sus rivales mucho más avanzados, incluyendo al coloso Intel, al cual ha hecho pedazos en la producción de las nuevas generaciones de chips, al punto que la empresa concentra 56% del mercado mundial de estos circuitos.

TSM se ha ganado esa enorme cuota de mercado gracias a su eficiencia y sus costos. Nadie en las últimas décadas es capaz de fabricar y vender semiconductores como ellos.

Pero en la lógica geopolítica, TSM ha sido demasiado exitosa para su propio bien. Todos los fabricantes de chips fabrican en EU sólo el 12% del total mundial. Es decir, una empresa sola, TSM, produce casi cinco veces la cantidad de chips que se producen en EU.

Y algo que demostró la pandemia es que, al mercado, en su búsqueda de eficiencia, se le olvidó la geografía y la geopolítica y que la economía global dependa de lo que una empresa produzca en una isla dentro de la esfera de influencia militar de China no es muy conveniente en un contexto en donde EU y Europa están saliendo con resquemores y sentimientos encontrados respecto de la relación económica que deben sostener con el gigante asiático en el largo plazo.

El gobierno estadunidense está por aprobar un presupuesto de 250 mil mdd para incentivar la construcción de plantas de semiconductores localmente. La muestra más evidente de que los únicos que se creyeron la patraña de que la mejor política industrial era la no política industrial no fueron ellos, sino a quienes educaron en sus universidades. México tiene una oportunidad valiosa para anclar y catapultarse como un jugador fundamental en ésta, la industria más importante de la economía global. Sólo hace falta recuperar algo que sabíamos hacer hace algunos años: política industrial.

 

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