José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

21 Feb, 2020

El misterio chileno

Acaba de celebrarse la reunión 27 de la Alianza de Álamos (AA) que un grupo de académicos de la Universidad de California en Los Ángeles creó como foro para debatir las muchas trabas y ocasionales triunfos de los países en desarrollo, sobre todo en Iberoamérica, en sus esfuerzos por vivir mejor.

Se trataron tres temas básicos: el mercado de capitales en esta era de bajas tasas de interés, excesiva liquidez y cero inflación; el colapso del modelo económico chileno, que sirvió de inspiración para muchas otras naciones, y la pobreza y desigualdad en la óptica de los socialistas de la generación del milenio.

La discusión sobre lo ocurrido en Chile fue especialmente intensa, no sólo porque, desde su fundación, la AA tuvo un sólido contingente chileno, y que su fundador académico, maestro emérito de las universidades de Chicago y UCLA, Arnold Harberger, fue el “padrino” de los Chicago Boys que llevaron la prosperidad a Chile, sino, también, por lo enigmático del virulento asalto a logros tan sólidos.

 

Sebastián Edwards, gran economista que no cae en el estereotipo privilegiado de Chile, que suele acceder a estudiar en el extranjero, no asistió, pero envió una ponencia en la que acredita los notables logros alcanzados en el crecimiento económico de su país y advierte las posibles causas de los disturbios:

1.- Distintos sentidos de desigualdad, pues mientras los expertos ven el ingreso medido por el índice de Gini, hay otra noción que representa conceptos más amplios, como calidad de vida, interacciones sociales, acceso a servicios básicos y el grado de “justicia” social y económica del sistema.

2.- Es posible que la población no se diera cuenta de lo mucho que sus condiciones de vida habían mejorado, y es probable (yo diría seguro) que la narrativa de la trayectoria económica y social del país fuera exitosamente capturada por radicales de izquierda y enemigos del liberalismo.

3.- La gente reconoce el progreso alcanzado, pero piensa que ha sido muy lento. Los logros desmerecen de lo prometido. Esta escisión entre percepción y realidad se puede ilustrar con el sistema privatizado de pensiones, que se volvió famoso a nivel mundial como el modelo a emular y resultó que, al fin de cuentas, pagaba una fracción mucho menor (30%) de lo que la gente esperaba.

Edwards afirma que todas estas causas son válidas, pero se explaya en señalar que hay una medición de desigualdad “vertical”, medida con el índice de Gini, en la que ha habido un notable avance, al descender de 56 a 43* y un concepto más vago de desigualdad “horizontal” que evalúa las percepciones de la gente.

La OCDE intenta medir este concepto mediante un Índice de Mejora de Vida, que incluye variables como habitación, ingreso, empleo, “comunidad”, educación, medio ambiente, “inserción civil”, satisfacción de vida, seguridad y “equilibrio entre el trabajo y la vida cotidiana”. Chile logró el primer lugar sólo en cuatro de estas categorías entre los países de Iberoamérica.

Seguiré con este tema en entregas próximas. 

* El Índice va de 100, donde un solo individuo detenta toda la riqueza, a 0, donde la igualdad es absoluta.

 

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