José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

3 Ago, 2018

Empeora la fuga de cerebros

La fuga de talentos en México ha sido un problema endémico, pero la política de reducción de sueldos planteada por el próximo gobierno federal para los funcionarios públicos, que ya estaban mal pagados después de años de rezago salarial, empeorará este tema en forma notable.

Si a esto se suma la promesa de que la próxima administración correrá a 70% del personal “de confianza,” que constituye el cerebro técnico del gobierno, y a los que queden se les reubicará por la fuerza, sin plan ni concierto, en los más estrafalarios destinos de la geografía nacional, la fuga se tornará masiva.

Por desgracia para los mexicanos listos para emigrar y con las calificaciones apropiadas, la llegada de nativistas antiinmigrantes al liderazgo de EU y otros países presenta nuevos obstáculos difíciles de superar. Tengo amigos que vieron los trámites, que solían llevarse unos meses para alcanzar la residencia en EU, trocarse en años.

La actitud de quienes dirigirán el próximo gobierno respecto de sus políticas en cuanto a la educación superior tampoco ayudará a parar la fuga de capital humano, pues dan prioridad a la educación pública masiva y gratuita, que no atraerá ni retendrá a investigadores y maestros de excelencia.

Lo mismo ocurrirá con los centros de alto rendimiento para la investigación científica o tecnológica patrocinados con dineros del erario que tendrán, por fuerza, que entrar en la misma dinámica del gobierno de reducción salarial y de prestaciones.

En adición, está la política implícita de discriminar contra los egresados de instituciones de educación superior, como el ITAM, al tacharlos de “neoliberales,” a pesar de que hay de todo “como en la viña del Señor.” Arturo Herrera, funcionario del Banco Mundial y futuro subsecretario de Hacienda, anduvo reclutando gente en Washington, siempre y cuando no fueran itamitas.

Muchos de los profesionales mexicanos que dejen el gobierno ofrecerán sus servicios al sector privado, pero tal desplazamiento representa un aumento apreciable en la oferta laboral para ese sector, lo que tenderá a deprimir los salarios prevalecientes, reforzando así los incentivos para emigrar.

Ahora que la emigración neta hacia EU proveniente de México es inexistente o ligeramente negativa, cada vez hay más mexicanos en ese país que no coinciden con el estereotipo generalizado, sino que son parte de una clase media profesional, bien educada y que llegan legalmente.

De acuerdo con cifras del Banco Mundial de 2016, 70% de los mexicanos con doctorados obtenidos en universidades de EU, sobre todo en medicina, derecho y economía, se queda a trabajar legalmente, mientras que en ciencias la cifra comparable es de 80%.

México ocupa el séptimo lugar en la expulsión de sus mejores cerebros, después de Etiopía, Nigeria, Kenia, Sudáfrica, Irán y China, países con los que no quisiéramos compararnos en nada, con excepción del último de ellos, donde la proporción de quienes no regresan es comparable con la nuestra, pero los números son enormemente mayores: de cada millón vuelven sólo 250 mil.

Cuando yo regresé de la segunda fase de mis estudios doctorales en la Universidad de Chicago en 1978 mi director de tesis y amigo, Arnold Harberger, me preguntó si estaba interesado en explorar las oportunidades laborales fuera de México. Le di efusivas gracias y le dije que no, que por ningún motivo.

Cuando mi hija Gabriela terminó su doctorado en medicina veterinaria con especialización equina, en las universidades de México, California, en Davies, y Florida, en Gainesville, y decidió regresar a dar clases en la UNAM, fue muy mal recibida. Cuando terminó su segundo doctorado en Neurociencias en la Universidad de Stanford, ni se le ocurrió pensar en regresar.

Me temo que esta triste tendencia se va a agravar.

 

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