José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

15 May, 2018

Incoherencia en las promesas

 

El mayor defecto de líderes ignorantes en temas económicos es pensar que una economía responde a los mandatos de su voluntad y no a las consecuencias de acciones individuales de millones de personas que toman decisiones en función de sus percepciones, intereses y de los incentivos que se les presentan.

Esto viene a cuento por la incongruencia entre las promesas de varios candidatos en campaña, las explicaciones de sus estrategas y agentes de relaciones públicas, así como también de las glosas que publican sus asesores económicos, que constituyen trípticos con propuestas contradictorias.

A este respecto, vale la pena recordar cómo terminó el sexenio de José López Portillo, quien dejó al país en ruinas después de desperdiciar la propicia coyuntura que se le presentó cuando se dio la feliz coincidencia de exportaciones crecientes de petróleo a precios elevados y ascendentes.

Jolopo, como lo tildó la gente, que para algunos que añoran un pasado ficticio fue el último Presidente que encarnó los valores que ellos admiran, se gastó los enormes recursos del petróleo más una deuda externa que se triplicó, en un dispendio público sin precedente y en voraces empresas gubernamentales.

En las postrimerías de su administración, cuando el precio del petróleo dejó de subir, en lugar de ajustar el gasto público y controlar el desperdicio, decidió atender el consejo de su hijo José Ramón, el “orgullo de su nepotismo”, y un grupo de economistas cercanos a él y a la universidad de Cambridge.

John Eatwell y Ajit Singh viajaron a México patrocinados por Jolopito para diseñar un plan de contingencia heterodoxo que salvara la economía, cuyos elementos esenciales fueron:

1. Aumentar el gasto público para compensar la caída en el precio del petróleo y mantener la demanda interna y el crecimiento económico en 8% anual, que se logró por el estímulo petrolero. Como el crédito externo del país se había esfumado se recurrió al déficit público, que en ese año llegó a la cifra estratosférica de 18% del PIB, financiado por el banco central.

2. Para evitar que el mayor gasto se fuera al exterior vía fuga de capitales o más importaciones, fue necesario tomar tres acciones clave: devaluar el peso, cerrar la economía aún más sujetando todas las compras al exterior a permisos previos y mayores aranceles, y adoptar un control de cambios que le impidiera a los ciudadanos comprar dólares.

3. El plan exigía, para que tales medidas funcionaran, la expropiación de los bancos, pues los culpables de la crisis eran los banqueros al asesorar a sus clientes que sacaran su dinero del país, según Jolopo. “¡Ya nos saquearon, pero no nos volverán a saquear!”, rugió teatralmente en su último informe de gobierno.

Las consecuencias del Plan Cambridge de Jolopo fueron devastadoras. Se generó la mayor fuga de capitales en la historia, pues la adopción del control de cambios sólo llevó al florecimiento de un enorme mercado negro al que recurrió la gente a comprar dólares tratando de salvar algo de su patrimonio.

El gasto público sin respaldo redundó en una inflación sin precedente, con niveles cercanos al 100%, mientras que la marcha de la economía no sólo se detuvo y se estancó por casi una década, sino que puso al país de rodillas sin generar empleos ni dar cabal servicio a su pesada deuda.

Los bancos burocratizados se dedicaron casi en exclusiva a financiar al gobierno y dejaron de desempeñar su función crucial de alentar el ahorro nacional y canalizarlo a la inversión productiva.

Jolopo, al igual que varios candidatos hoy, jamás definió estas acciones como parte de su programa de gobierno, pero fue orillándose a ellas por la desesperación de ver fracasar su gestión, sin entender que las causas del naufragio eran sus políticas incongruentes y no las conspiraciones en su contra de los poderosos.

 

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