José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

8 Ene, 2021

Intentonas golpistas paralelas

La única forma de explicarse la pendenciera actitud del Presidente de México ante el mandatario electo, Joe Biden, es que concuerda con Donald Trump, quien, a pesar de su derrota, insiste en que la elección fue fraudulenta y, por lo tanto, apoya su amago de golpe de Estado, como él mismo lo intentó en 2006.

Al ser el último de los líderes extranjeros en felicitar a Biden cuando se hizo oficial su elección, con una nota fría aludiendo a la soberanía que él enlodó al entregarse sin reservas a Donald Trump, se suma acabar la cooperación con Estados Unidos frente a grupos criminales y ofrecer asilo político al impresentable Julian Assange, acusado de delitos gravísimos en ese país.

Ambos candidatos vencidos negaron la legitimidad de la elección de Felipe Calderón, en el caso del mexicano, y de Biden, en el de Trump. La diferencia es que, en EU, el presidente en funciones tiene enorme poder y el megáfono del puesto para incitar a sus leales a la asonada que le permitiría quedarse.

En 2006, el perdedor mexicano tuvo la complicidad de Alejandro Encinas, a la sazón alcalde de la capital, que le dio dinero y los apoyos para armar su teatrito e, ilegalmente, tomar y bloquear por meses 10 kilómetros de las principales calles, avenidas y plazas del centro de la ciudad.

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Anteayer, el Congreso de EU, reunido en sesión puramente ceremonial de ambas cámaras, con lo que culminaría el proceso electoral al contarse los votos ya certificados en las entidades federadas, se interrumpió por hordas violentas, azuzadas por Trump, que asaltaron el Capitolio y forzaron a suspender la sesión en un hecho sin precedente y ante el azoro y la impotencia de su policía.

Al fin, legisladores aliados que habían apoyado abyectamente a su presidente, empezaron a distanciarse y a denunciar que era un intento claro de golpe de Estado, mientras que otros —oportunistas que anhelan heredar el mantra populista de Trump— se hicieron eco de las acusaciones de fraude para frenar la ceremonia con el pretexto de ventilar sus objeciones espurias.

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Pienso que el perdedor de los comicios de 2006 en México, que hasta la fecha y ya como Presidente sigue clamando que le robaron aquella elección y todas las demás que ha perdido en su vida, apoya de corazón a su hermano siamés Donald Trump y que celebró la turbamulta que tomó el Capitolio. Prueba de ello es que, a diferencia de muchos otros países, México no ha condenado los hechos.

Trump, cobarde al fin, luego de arengar a sus fanáticos a marchar hacia la sede del Congreso, lo que hicieron con fruición, se fue a refugiar a la Casa Blanca y, tratando de esconder la mano que aventó la piedra, hizo un video tardío llamando a la calma, aunque reiteró de nuevo la mentira de su victoria abrumadora.

Al igual que el perdedor de 2006, trató por todos los medios impedir que el vencedor tomara posesión y falló, Trump sólo logró trabar un rato el desenlace del proceso electoral que sella su derrota. Ambos fracasaron en el intento, pero sus calumnias y engañifas tuvieron y seguirán teniendo graves consecuencias.

El autor es consultor en Economía y Estrategia en Washington, D.C. y catedrático en universidades de México y de Estados Unidos

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