José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

31 Ago, 2018

Paradojas de las negociaciones

La comentocracia ha escudriñado si los términos del acuerdo en principio alcanzado por México y EU el lunes pasado para un renovado acuerdo de libre comercio, son una victoria excelsa o una fatídica traición a la patria.

Yo creo que es un trato regular para México evocando que “lo mejor es enemigo de lo bueno,” que ojalá se logre la adhesión de Canadá en un convenio trilateral y que se ventilen públicamente las muchas piezas hasta hoy ocultas.

Un análisis serio obliga a separar el teatrito estelarizado por Trump en la Casa Blanca con la presencia telefónica de Peña Nieto y los negociadores como comparsas, en el que el bufón protagónico mintió, exageró e insultó, como es su inveterada costumbre.

Declaró que “el TLC de Norteamérica era el peor tratado en la historia,” que estaba muerto, que lo reemplazaría un acuerdo bilateral EU-México (con el soez acrónimo en inglés USMeTA), y que ya se vería si los viles canadienses lo aceptaban o les sorrajaría aranceles a sus vehículos con lo que “EU se haría rico muy pronto.”

Ninguno de sus dichos es remotamente cierto, pues en EU la facultad de negociar convenios comerciales corresponde al Congreso, que la delega en el Ejecutivo en un procedimiento apodado fast-track y se compromete a votar sin enmiendas a favor o en contra de lo negociado.

El Congreso de EU renovó su autorización el mes pasado para negociar el TLC de Norteamérica y no acuerdos bilaterales con Canadá y México, por lo que si el primero está muerto por la ausencia de Canadá, Trump tendría que solicitar nuevos permisos.

La paradoja aludida en el título se refiere a que, cuando México propuso a EU un acuerdo bilateral en 1989, que EU vio con buenos ojos, fueron los canadienses quienes forzaron a una negociación trilateral mediante la presión que ejercieron sobre el Congreso.

Es bien sabido que Canadá tiene una potente capacidad de cabildeo con los legisladores de EU, lo que explica la ubicación de su embajada al pie de la colina del Capitolio, pero en esta ocasión “se les volteó el chirrión por el palito,” como reza el refrán popular.

Resulta que el negociador de EU, Robert Lighthizer, resintió la presión que ejercieron los legisladores de su país azuzados por Canadá, y empezó a tomar distancia de sus vecinos septentrionales y a envenenarle la sangre a su voluble patrón contra ellos.

México neutralizó los mayores amagos que planteó EU en la negociación:

• La cláusula de terminación se va de 5 a 16 años, las Calendas Griegas, con lapsos de 6 años para consultas y adecuaciones y, en caso de acuerdo, renovación por otros 16 años.

• Se elimina la cláusula de estacionalidad que hubiera impedido el acceso de frutas y verduras, a criterio de los productores gringos.

• Las reglas de origen se endurecen para el sector automotriz, pero según los expertos pasar de 62.5% de contenido regional a 75%, con un lapso de gracia de un lustro y sin requisitos de contenido de EU, es un éxito, aunque prevalece el rumor de que habrá cuotas y bloqueos por “seguridad nacional.”

• Se introduce una cláusula salarial mediante la cual entre el 40% y el 45% de los componentes o autos terminados tendrán salario mínimo de 16 dólares/hora, lo que es muy superior a lo que perciben los obreros mexicanos, pero según el secretario de Economía, el 70% de la exportación de vehículos y sus partes entraría sin impuestos, de acuerdo a esta regla, y el 30% restante tiene cinco años para ajustarse. En caso de no lograrlo las ventas a EU se ceñirían a las reglas de la OMC pagando el 2.5% de arancel.

• En solución de controversias prevalecen los capítulos 11 y 20 del TLC con enmiendas menores y queda pendiente el 19 hasta definirlo con Canadá.

Conforme se conozcan las partes hasta hoy ignotas, podremos juzgar mejor la calidad de lo acordado.

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