José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

13 Abr, 2018

¿Regreso al Desarrollo Estabilizador?

Se puso de moda hablar del Desarrollo Estabilizador (DE), el lapso entre 1958 y 1970 en el que bajo el mando de Antonio Ortiz Mena y Rodrigo Gómez en la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, respectivamente, se alcanzó un rápido crecimiento de la economía con estabilidad cambiaria y de precios.

Muchas citas a ese periodo desconocen los componentes esenciales de la política económica seguida entonces para alcanzar tan buen desempeño, como es el caso de AMLO, quien anunció a inversionistas su pretensión de “retomar las lógicas que funcionaron, ajustarlas a las condiciones actuales y aplicarlas con una visión política distinta,” sin “revivir un modelo del pasado y aplicarlo de manera mecánica”.

Ese también fue el caso de Jorge Castañeda, quien se sorprende de que un candidato que se dice de izquierda quiera copiar las políticas de “uno de los secretarios de Hacienda más conservadores que ha tenido México,” comparando sus políticas económicas con la seguida por los economista chilenos en los años de Pinochet.

Tanto López como Castañeda han sido clasificados por esta columna como notorios antieconomistas, por lo que no extraña que digan tonterías sobre temas que ignoran. Negar el milagro económico que lograron mis colegas de Chicago en Chile es una necedad inaudita, cuando ese país creció como nunca y pasó de tener una fracción de pobres cercana al 50% de la población en 1973 a 4% en 2017.

Más interesante que discutir sandeces es subrayar los elementos del éxito del DE:

1. Proporción baja y estable del déficit fiscal del gobierno respecto del PIB.

2. Proporción baja y estable de la deuda pública externa respecto del PIB.

3. Una tasa de inflación doméstica comparable con la inflación del resto del mundo.

4. Una tasa de rendimiento positiva en términos reales a los ahorradores.

5. Tipo de cambio nominal fijo.

Hay que recordar que el orden económico mundial de esa época giraba alrededor de un sistema de paridades fijas de las monedas del mundo frente al dólar y de éste respecto del oro, a razón de 35 dólares la onza. Así, las políticas monetaria y fiscal estaban condicionadas a mantener la paridad de las monedas.

Es también necesario recapitular los errores de entonces, que habrían de exacerbarse cuando se perdió la estabilidad de precios, y que culminaron con las devaluaciones de 1976 y 1982: mantener los precios de un creciente número de productos y servicios fijos por decreto resultó en un sector paraestatal que crecía con gran rapidez y que aportaba sus cada vez mayores pérdidas al déficit fiscal.

En adición, el modelo de sustitución de importaciones que inicialmente se nos impuso, primero, por la política proteccionista de EU en los 1930, situación que continuaría durante la Segunda Guerra Mundial por la exigencia de reconvertir su industria hacia el esfuerzo bélico, y que luego se prolongó como política deliberada de protección a la industria nacional durante el DE.

La rápida expansión del sector paraestatal y la continuación de un proteccionismo creciente resultaron en un aparato industrial poco competitivo, lo que sólo se agravó con el inicio de la inflación a principios de 1970, que llevó a una creciente sobrevaluación del peso y a elevados déficit fiscal y externo.

Al instalarse el populismo con Luis Echeverría (1970-76) se intentó mejorar la distribución del ingreso y la riqueza mediante mayor gasto público, lo que acabó teniendo el resultado inverso al dispararse la inflación, el más regresivo de los impuestos, mientras se trataba de mantener la paridad con mayor crédito externo.

Me temo que las lecciones que AMLO sacará del DE para su política económica llevarán a adoptar todos los errores que empezaron entonces y ninguna de las virtudes que lo hicieron exitoso.

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