José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

25 May, 2018

Un buen secretario de Hacienda (III)

Traté de ilustrar en mis últimas dos entregas la historia reciente del desempeño de las finanzas públicas en México y las circunstancias en las que los secretarios de Hacienda tuvieron éxito en mantener, hasta hace poco, elusiva estabilidad financiera, condición básica para poder crecer y progresar.

Toca hoy revisar la siguiente fase discutiendo el saneamiento económico iniciado al final de la administración de Miguel de la Madrid (1982-88), que se consolidó en el gobierno de Carlos Salinas (1988-94), con
Pedro Aspe como secretario de Hacienda.

Aspe, el arquitecto del plan de estabilización que abatió la inflación de 160% en 1987 a 7% en 1994 y restableció un crecimiento económico superior al de la población, inició su gestión en Hacienda logrando términos muy favorables en la renegociación de la deuda externa que se había dejado de pagar al quebrar el país en 1982.

El presidente Salinas decidió enmendar el error histórico de Jolopo y regresar la responsabilidad del gasto público a Hacienda, decretando la desaparición de la SPP, lo que restauró los incentivos para mantener el equilibrio financiero al estar de nuevo el gasto público, los impuestos y el crédito bajo el mismo techo.

Lamentablemente, la tendencia a consolidar la estabilidad de la economía se interrumpió con la llegada a la Presidencia de Ernesto Zedillo, quien creyó entender de economía y discurrió que podía hacer “una pequeña devaluación del peso del 17%”, que él pensaba era el monto de su sobrevaluación.

En sólo 19 días, Zedillo provocó la mayor crisis financiera en la historia y se vio obligado a remplazar a su secretario de Hacienda, que no duró ni un mes, con Guillermo Ortiz
quien fue subsecretario con Aspe y tenía habilidad y oficio para superar el colapso financiero, lo que ayudó muchísimo la apertura de la economía.

La crisis de fines de 1994 avala de nuevo que cuando las finanzas “se manejan en Los Pinos” sobreviene el desastre. Ortiz, quien se hizo íntimo amigo de Zedillo en el Banco de México, tenía un ascendiente insólito sobre él, restauró la autonomía hacendaria y la estabilidad económica y equilibró las finanzas públicas.

Cuando Ortiz pasa a hacerse cargo de un Banco de México, plenamente autónomo desde 1997, espectacular logro del gobernador Miguel Mancera (1982-97), José Ángel Gurría —también subsecretario con Aspe— toma Hacienda y consolida el equilibrio financiero y de precios, volviendo a una inflación de un solo dígito y logrando que el PIB creciera al 7%, antes del acceso del nuevo gobierno en el 2000.

Vicente Fox (2000-06) tuvo el notable acierto de nombrar en Hacienda a Francisco
Gil Díaz, reconocido experto en finanzas e impuestos, a quien apoyó con decisión. En estrecho enlace con el banco central, Gil Díaz afianzó la estabilidad financiera como no había ocurrido desde la gestión hacendaria de Antonio Ortiz Mena entre 1958 y 1970 y desendeudó al erario de forma notable.

En el sexenio de Felipe Calderón (2006-12) Hacienda estuvo en las reconocidas manos de Agustín Carstens, que fue subsecretario con Gil Díaz, aunque la profunda recesión global iniciada en 2008 forzó al gobierno a incurrir en más gasto deficitario, por lo que creció la deuda pública. En 2009 pasó a dirigir el Banco de México.

Lo siguió en Hacienda Ernesto Cordero, primer secretario en mucho tiempo que no venía del sector financiero, pero actuó con prudencia y se apoyó en el capaz equipo hacendario. Terminó la administración José Antonio Meade, quien sí era parte del equipo, y en el último año del sexenio estabilizó el crecimiento de la deuda.

En la siguiente entrega haré una apretada síntesis del desempeño hacendario de la actual administración, para pasar a revisar los perfiles de los posibles secretarios de los candidatos presidenciales.

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