Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

16 Ago, 2023

Cómo ganan los populistas

Hasta hace algunas décadas, tiranos y autócratas solían usar los mecanismos más atrevidos de represión autoritaria contra todo aquel que se opusiera a sus políticas. Sin distinguir si fuesen de izquierda o de derecha, estos gobernantes accedían, sin escrúpulos, al poder y, una vez instalados, usaban la abierta represión y el poder eternizado. Ahora ese modelo ha sido transformado para disfrazarse más y quizá no hay líder más emblemático para esa transición que un líder mesiánico de la Argentina del siglo XX.

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Juan Domingo Perón, un caudillo de la Argentina del siglo pasado, con gran carisma, pero grandes contradicciones ideológicas, inauguró en los años cuarenta el movimiento político que lleva su nombre y el que ha demostrado ser el más destructivo para ese país. General del ejército que fue parte del golpe de Estado que instauró una dictadura militar, Perón inició el modelo de salvador de la patria moderno latinoamericano. Fiel a sus contradicciones, desde distintas posiciones de poder en la dictadura militar usó la ideología a modo: se alió con sectores de izquierda y sindicatos para presionar y ganar la presidencia de la Argentina, para luego controlarlos.

Una vez instalado como presidente, impulsó el nacionalismo económico, el estatismo y las reformas laborales. Aunque implementó políticas para “el pueblo”, también uso medidas autoritarias para consolidar su poder y controlar la oposición, además de que creó un fuerte culto a la personalidad, presentándose como el salvador de la nación y el único líder capaz de llevar al país hacia el progreso.

Además, no sólo centralizó el poder como autócrata narcisista, sino que instaló a sus esposas como sus vicepresidentes y líderes alternos. Con su segundo mandato, en los años setenta, transitó cada vez más hacia la manipulación en vez de la abierta opresión.

En total, fue tres veces presidente, pero su legado subsiste hasta nuestros días en Argentina y en América Latina. Su legado perdura principalmente en la economía de ese país y en la polarización electoral. La economía argentina está sistemáticamente truncada por su modelo nacionalista de exportación desde los años treinta y ahora, con gobiernos peronistas en este siglo, lleva más de veinte años en crisis.

Mientras tanto, el personaje ganador antiperonista de las elecciones primarias de este pasado domingo, Javier Milei, es un populista de derechas que deriva de la vena polarizadora que instauró hace décadas el mismo Perón.

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A nivel latinoamericano, esa transformación hacia el modelo peronista de líderes carismáticos, corporativistas y manipuladores fue adoptado en México, Venezuela y otros países. Ahora, los mecanismos de intimidación y autocracia son disfrazados con otras formas más sutiles, como el acoso a la oposición, el discurso de salvar al pueblo, la superioridad moral del líder mesiánico y hasta el desgaste de las instituciones a modo del líder.

Como dice Daniel Treisman en el libro Spin Dictators, la innovación de estos nuevos autócratas es que claman ser demócratas y, en vez de usar la intimidación abierta, usan su popularidad con las masas y la manipulación de los datos para gobernar.

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Por ello, Perón sigue ganando, no por su intimidación, sino por su modelo de populismo ramplón.

 

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