Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

1 Dic, 2021

Cómo sometió el gobierno a las universidades

 

El gobierno destruyó la educación superior. Desde su llegada al poder se redujo el presupuesto de las universidades públicas, se tocó la autonomía y los ataques a la libertad académica no cesaron.

No obstante que el sector académico y los estudiantes recibieron inicialmente de brazos abiertos a un nuevo gobierno de izquierda y promovieron activamente el voto por el candidato a la Presidencia, éste acabó por traicionar la utopía y romanticismo ideologizado en las universidades, para ser su verdugo.

Al final de cuentas, la libertad de pensamiento y las críticas que surgían de esos centros universitarios incomodaban al líder y a sus puristas, quienes acabaron por declararle la guerra al sector académico.

No siempre fue así. Como parte de sus promesas, el gobierno gastó más de 40,000 millones de dólares en la construcción de universidades públicas paralelas al sistema tradicional. El fin era noble: crear centros donde cualquiera pudiera estudiar sin los retos que representaba para gran parte de la población su acceso. Grupos indígenas, jóvenes pobres y otros sectores vulnerables tendrían la oportunidad de estudiar bajo la tutela del gobierno.

Todo gratis y sin ningún compromiso. Las universidades llevaban por nombre a los héroes que hicieron patria en el pasado y hasta de izquierda revolucionaria, como Martí y Castro, controversiales personajes de la Cuba comunista.

Sin embargo, detrás de toda esta lluvia de dinero estaba el intento de crear un sistema paralelo que controlaba la ideología y militancia de los estudiantes y académicos. Los planes del gobierno por construir universidades se fueron yendo por la borda al quedar los planteles abandonados y sin funcionar. Los dogmas y la corrupción, con rastros de ineptitud, dejaron a la educación superior destrozada.

Esto no fue exclusivo de los centros públicos. Las universidades privadas, en teoría fuera del alcance del gobierno —algunas con mucho prestigio—, se vieron también amenazadas. El régimen cortó, a través de sus tentáculos presupuestales, el financiamiento para la investigación privada y la academia. En muchos casos, los intelectuales y académicos, antes aplaudidores del gobierno, fueron perseguidos penalmente y arrestados por criticar al régimen. El Presidente los insultaba casi a diario en sus programas televisivos diarios. Ninguna crítica, por menor que fuera, era aceptada y el mayor pecado era contradecir al líder.

Así, Hugo Chávez, presidente de Venezuela, centralizó y destruyó un sistema que incluía a la Universidad Central de Venezuela, patrimonio de la humanidad, que quedó abandonada y destruida, con pocos estudiantes o académicos. Sus sueños de construir universidades comunales resultaron en centros patito de ideologización con nula calidad académica. Sus funcionarios del Ministerio de Educación y otros encargados de la educación superior resultaron ineptos burócratas que buscaban la pureza ideológica y no el avance científico. Algunas universidades privadas, ideologizadas en las ideas revolucionarias de izquierda de moda, acabaron siendo humilladas por el gobierno. Al final, Chávez destruyó el legado educativo y de investigación por cumplir sus caprichos.

¿Suena familiar?

 

 

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