Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

10 Jul, 2019

Crowding out

Las renuncias, voluntarias o forzosas, de funcionarios de todos los niveles en la administración de Andrés Manuel López Obrador mermarán la capacidad del gobierno para implementar y continuar programas de los que dependen inversiones, empleos y el subsaneamiento de rezagos históricos en nuestro país.

En los pocos meses de gobierno, de acuerdo con algunas versiones de medios escritos, se han recortado más de veinte mil plazas. A eso debemos añadir la disfuncionalidad, improvisación y renuncias de alto nivel en la administración pública federal.

Ello quedó manifiesto ayer con el que quizás sea el más duro golpe a la optimista narrativa del que, de hecho, es el único vocero del gobierno AMLO. Carlos Urzúa Macías, (ahora ex) secretario de Hacienda, presentó su renuncia, manifestando “discrepancias en materia económica” y “decisiones de política pública sin el suficiente sustento”, lo que confirma lo que se ha hablado durante meses por analistas y periodistas en términos de la disfuncionalidad y falta de preparación de muchos funcionarios públicos de la 4T.

Carlos Urzúa Macías era

considerado como uno de los mejores funcionarios que podía tener el gobierno por sus capacidades técnicas, su experiencia y por su visión de disciplina fiscal en las finanzas públicas del país, y se convirtió en el tercer alto funcionario del gabinete de Andrés Manuel López Obrador en bajarse del barco de la 4T.

Le precedieron Germán Martínez Cázares, quien renunció como director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), después Josefa González Blanco, que presentó su renuncia como titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), tras provocar el retraso de un vuelo comercial en mayo.

Se ha hablado, incluso, de la renuncia no aceptada del canciller Marcelo Ebrard Casaubon a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en abril.

La renuncia de Carlos Urzúa se da en un contexto en el que se deberá entregar el primer Paquete Económico para el ejercicio fiscal del 2020 en el último cuatrimestre del año y abre la mayor crisis en los siete meses de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Su dimisión genera mayor incertidumbre aunada a las crisis autoinfligidas, como son la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), las finanzas de Petróleos Mexicanos (Pemex) y demás polémicas, presionado por una política de austeridad y las demandas no siempre coherentes del Presidente de la República.

Lo interesante es que el propio Arturo Herrera Gutiérrez, quien seguramente no quería el puesto de secretario de Hacienda –su lenguaje corporal lo dice todo– y se iría en paquete con su exjefe, queda en el lugar de Carlos Urzúa.

Arturo Herrera es un capaz funcionario que ha sido contradicho en más de una ocasión por el propio Andrés Manuel López Obrador en temas tan variados como las rondas petroleras, el crecimiento económico y la refinería Dos Bocas.

Al final, todo indica que los dogmáticos del gabinete y la administración pública, aquellos que aplauden y le rinden pleitesía sin cuestionamientos a su jefe, están ganando los espacios que los moderados y la gente capacitada para estar en el gobierno han ido perdiendo. Es un crowding out de los técnicos por los dogmáticos.

 

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