Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

16 Sep, 2020

El peligro de los neopopulistas

A finales del siglo XIX, en Estados Unidos el Partido del Pueblo (o Populista) representó una tercera vía a los tradicionales partidos Republicano y Demócrata.

Bajo una plataforma progresista y defensora de los agricultores —entonces una clase social muy grande en Estados Unidos—, buscó contrarrestar la fuerza de las élites financieras y corporativas en EU. El partido alcanzó hasta un 8.5 por ciento de la votación presidencial de 1892, pero desapareció bajo el peso de sus radicales propuestas.

Desde entonces, a lo largo del siglo XX, surgieron corrientes populistas en diversos países, bajo el eje rector de quitar el poder de las élites para devolverlo al pueblo. La diferencia entre varios de estos movimientos era el grado de transformación que se buscaba: algunos buscaban cambios radicales, revolucionarios, centrados en dogmas y, generalmente, ajustados en un personaje todopoderoso. Por otro lado, estaban los reformadores más moderados pero centrados también en la “devolución” del poder al pueblo.

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Bajo esos preceptos, tanto de izquierda como derecha, nacieron movimientos políticos que se esparcieron rápidamente ante las debacles económicas, la desconfianza generalizada hacia las élites y su preocupación (real o ficticia) por el bien común. Así, brotaron caudillos como Benito Mussolini, Francisco Franco, Juan Domingo Perón, Augusto Pinochet y Lázaro Cárdenas. Incluso, ciertos movimientos políticos como los bolcheviques o algunos revolucionarios mexicanos compartían estas características.

Al igual que los líderes mencionados, éstos aprovecharían guerras, revoluciones, movimientos sociales, militares y el caos para consolidar sus proyectos políticos.

En el grupo original de populistas la búsqueda y consolidación del poder se hizo en forma radical. La diferencia en los movimientos neopopulistas de finales del siglo XX y principios de XXI fue el desgaste paulatino de las instituciones democráticas, alegando que ellos representan directamente al pueblo.

El común denominador de crisis económica, desgaste de las élites y descuido de las clases populares, ayudó a la construcción de una nueva generación de populistas que concentrarían el poder de forma progresiva, construyendo narrativas más sofisticadas de la narrativa de ellos vs. nosotros. Ante las crisis económicas, la disminución de las clases medias y la concentración del poder de las élites, los neopopulistas como Hugo Chávez, Donald Trump, Recep Tayyip Erdogan y Andrés Manuel López Obrador utilizaron las vías democráticas para entrar al poder y posteriormente desgastarlo.

Contrario a lo que buscaban los primeros movimientos populistas, los neopopulistas aprovecharon el propio sistema político para impulsar sus proyectos mesiánicos. Por un golpe del destino, el presidente López Obrador llegó al poder justamente en un momento en que los partidos tradicionales se vieron sumamente desgastados. En su tercer intento, el discurso de López Obrador encajó perfectamente en el electorado; soluciones simples a problemas complejos, mesianismo y, la promesa de la repartición del poder entre el pueblo.

El gran peligro es que, como antes, las promesas pronto se convirtieron en mentiras mesiánicas.

 

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