Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

24 May, 2023

El peligro para México

“…quizá la característica más interesante del culto a la personalidad… fue el excesivo voluntarismo. Las cosas se podían ‘porque sí’. La voluntad lo era todo. El líder representaba la fuerza pura del bien, y todo lo demás era lo malo.”

Historia Mundial de la Megalomanía, Pedro Arturo Aguirre

 

En 2014, el gobierno de Ecuador, bajo la tutela del entonces presidente Rafael Correa, expropió los activos de varias empresas petroleras. Eran momentos de bonanza en el precio del petróleo y, el país sudamericano, aunque con una industria petrolera mediana, tenía grandes sueños nacionales bajo la voluntad de su presidente. El resultado de esa expropiación fue que, diez años después de su nacionalización, la producción ha caído y hay poca inversión en exploración en esa industria.

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Lo mismo sucedió en Bolivia. Con el entonces presidente Evo Morales a la cabeza, en 2006, el gobierno inició una ronda de expropiaciones en industrias tan diversas como la minería, petróleo, telecomunicaciones, cemento y otras. La mera voluntad del presidente fue suficiente para crear grandes consorcios empresariales en manos del gobierno, desalentando así el clima de inversión y seguridad jurídica. El resultado hasta ahora, además de la mala administración, han sido múltiples arbitrajes y litigios internacionales que han resultado en millonarios pagos a empresas afectadas y mermando así las finanzas públicas de ese país. 

Enrique Krauze, historiador mexicano, dice que, México —y también quizás Latinoamérica—, tiene una historia nacional que es una tensión viva entre el peso del pasado y el llamado del futuro.

México y América Latina siguen siendo una dualidad en constante movimiento entre el pasado y el presente.

Esto es justamente lo que está detrás de este fenómeno de nacionalismo económico en estos países. En el trasfondo de todo movimiento populista de “rescate” económico de las empresas concesionadas a “extranjeros o empresarios rapaces” está un sentimiento antiextranjero, falso nacionalista y con tintes estatizantes.

Es un sentimiento de vuelta al “pasado glorioso”, donde sólo el Estado lo puede todo, incluyendo la producción de bienes, servicios y guiando todas las actividades económicas. Todo lo que es privado o extranjero es malo; lo que emana del Estado y la voluntad de su líder es bueno y noble.

El problema es que, ante la complejidad de un mundo globalizado, esa visión del Estado propietario de los medios de producción choca con la realidad presente.

El reflejo de esa visión económico-populista del pasado, representada en la voluntad cambiante del señor presidente, es cargar un enorme saco de piedras para el avance hacia el futuro.

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En México, con la expropiación de vías férreas, la compra desmedida de plantas energéticas depreciadas y la cancelación de aeropuertos y plantas cerveceras, quizás no se busca el estatismo puro del pasado —como en Bolivia y Ecuador—, sino más bien cumplir la voluntad del líder, sea cual sea su costo para el futuro. Es quitar obstáculos para los sueños narcisistas del presente.

El verdadero peligro es que sigamos siendo un país (y región) que usa como regla únicamente la voluntad del dirigente —autoproclamado representante del pueblo— y no el Estado de derecho.

 

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