Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

17 Feb, 2021

Energía, ¿dogmática o práctica?

Una vez más, los datos y la realidad se imponen al voluntarismo presidencial. Mientras el Presidente ha prometido, una y otra vez, que “ya no habrá apagones”, los dogmas, ineptitud y austericidio han hecho del sector energético un desastre. El más reciente episodio fue esta semana, donde, el lunes, 4.77 millones de hogares en el norte de México sufrieron apagones. Adicional a ello, se sumaron ayer Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas y otros ocho estados.

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En 2018 entró en vigor el componente de almacenamiento de la Reforma Energética, orientado a aumentar la capacidad de almacenamiento de gas, turbosina y gasolina, donde los privados tendrían facilidades y permisos para construir esta infraestructura. Era aire fresco para un área que necesitaba atención y donde Pemex ya no podía seguir por falta de presupuesto. Por ejemplo, en aviación, las empresas iniciaron la construcción de almacenamiento y se empezó a vender turbosina como competencia a Pemex. En gasolinas y gas, lo mismo. Sin embargo, todo se empezó a paralizar con el gobierno de López Obrador.

Por años, el sector energético fue el eje de la economía mexicana. Hasta principios del siglo XXI, el petróleo y sus productos fueron el eje de una tercera parte del presupuesto público y el centro de una parte sustantiva de la economía. Sin embargo, ese eje se ha ido transformando; mientras antes éramos una potencia exportadora de petróleo y sus productos —con Cantarell a la cabeza—, esa capacidad se ha ido disminuyendo por años para producir menos de un millón ochocientos mil barriles al día. Por ello, ante el aumento exponencial de producción de Estados Unidos —principalmente con el quebrado de piedras lutitas o fracking—, tenemos ahora una fuerte interdependencia energética con ese país para abastecer gas y otros productos para el consumo interno de México.

No obstante estos hechos, el nacionalismo energético de AMLO cegó cualquier visión práctica prevista en la reforma energética, se pararon los permisos de los órganos reguladores y los proyectos para el almacenamiento de gas. El resultado está ahora a la vista y, de acuerdo con distintos analistas, fueron el principal motivo por el que estamos viviendo esta crisis de apagones en gran parte del país. Ante las tormentas invernales en EU, nuestro principal socio para importaciones de gas —42% del consumo del mix energético—, los precios del gas en Henry Hub (referencia del gas) se dispararon, dejando desabastecidas a las plantas de generación eléctrica para la CFE. Falta de previsión e improvisación, pues.

Desde la llegada de este gobierno, el máximo imperativo ha sido parar esta interdependencia energética y ser “autosuficientes”. Sin embargo, la visión estatista, en donde Pemex y la CFE son el centro neurálgico de la industria, está desfasada con el crecimiento de los requerimientos energéticos y la globalización. Los apagones son un ejemplo más de esta estrategia fallida. El primero y, más visible, fue a principios de 2019, donde se dio la orden improvisada de parar la importación de derivados del petróleo, lo que ocasionó un enorme desabasto. El gobierno nos quiso vender entonces la contranarrativa de que el propósito era “combatir el huachicol”.

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