Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

15 Jul, 2020

La colonización y sus víctimas

Usted no ha pretendido

tratarnos como colonia. Se ha

comportado con gentileza y respeto.

López Obrador a Donald Trump

 

En la cosmovisión de los dirigentes populistas, la realidad se ajusta a los caprichos del líder. No importa si los datos, la evidencia científica o la ortodoxia, construida a lo largo de décadas, digan algo. Siempre la voluntad del gobernante está por encima. Si la realidad se opone a esa visión, se niega o se culpa a fuerzas oscuras y etéreas de los males del país y las contradicciones en la voluntad Presidencial.

Con más de un año y medio de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha definido el rumbo unipersonal de su gobierno bajo el nacionalismo populista en boga en los años setentas en México. Juntando ideas de la izquierda cultural, eternizadas en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde estudió, venera el régimen de los Castro, en Cuba; el falso martirio de Allende, en Chile (que llevó a una dictadura al otro extremo); el nacionalismo económico preSegunda Guerra Mundial de Cárdenas y la estigmatización de todo aquello que sea extranjero o foráneo al Estado como malo, invasivo, colonial o de rapiña de nuestro victimizado país.

En ese sentido, esa victimización del pueblo bueno por los malos extranjeros es producto y reacción de la colonización. Como un trauma en la infancia que define la identidad del adulto, México y otros países surgidos de la mezcla de culturas y la colonización comparten la narrativa popular de la victimización. “Estamos así por culpa de los españoles”, es la tradición popular.

En ese contexto, no obstante, las contradicciones entre la campaña y el gobierno, López Obrador abordó, durante su discurso en la Casa Blanca frente a Donald Trump, ante el emperador naranja, esa misma victimización de la colonia, de los extranjeros, de los que venían y nos robaban nuestros recursos, nuestra identidad. No ha sido exclusivo de ese evento: en sus mañaneras ha usado el argumento para justificar el cambio de reglas en el sector energético. “México ya no es tierra de conquista”, ha dicho, convencido de la autoridad moral para correr a las malvadas empresas extranjeras que invierten en energías renovables.

He ahí un problema central de México: consistimos de dos fuerzas que, como imanes con diferentes polos, se rechazan y jalan sus fuerzas a lados opuestos. Por un lado están los que buscan reafirmar la identidad “profunda”, llamando a esa victimización y su redención. Los que ven a México como un pueblo explotado, los redentores. Por el otro, los que buscan la modernización del país y lo aplauden cuando se hace bajo reglas que han funcionado en otras latitudes, los modernistas.

Ambos piensan que tienen razón. Ambos han convivido, pero no se han conciliado. Generalmente, los modernistas se identifican como clases medias en el Bajío, en zonas de la Península de Yucatán y en el norte del país. Los redentores, principalmente en el sur del país.

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El problema es que para AMLO, cuyo compás orienta hacia el sur, el país se ha movido hacia el norte. Con su voluntad quiere retornar hacia ese discurso de victimización nacionalista, aunque ocasionalmente se contradiga.

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